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Publicado por
JOSÉ ÁLVAREZ DE PAZ
León

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ENTRA en casa la buena de Rosa, cargada de frutos de la tierra, entre ellos, oh dioses, los últimos higos de Corullón. Descubrí el paraíso en Corullón, cuando tenía veintidós años. Bajaba desde la soledad sonora de Viariz, para comprobar el atardecer desde el mirador, hasta que una Santa Compaña de luces titilantes ascendía desde Vilela hasta los pies de San Sadurní. En Viariz aprendí que un candil de carburo y otro de aceite, mezclada la luz de ambos, crean un ambiente apto para el estudio y la lectura. Por eso yo nunca me aburrí en Viariz, donde mi antecesor, doctor en derecho, dejó escritos versos en los libros sacramentales, como estos: «sopla el viento en constante movimiento/las mismas melodías hoy que ayer». Por mi parte, me apunté al acomodo del clásico: «encima de una mesa está un candil/que me da luz hasta que sale el sol/leo a Quevedo, célebre español/ y alegre en su tiniebla y mi pensil/ no se me da del mundo un caracol». Algunos años más tarde, en la buena compañía de Amancio Prada, recalé en la tertulia filosófico-literaria de la Bull D,or en el corazón del barrio latino, cuando aquel sueño de llevar la imaginación al poder. Recuerdo un debate entre Agustín García Calvo y Victor Gómez Pin, en torno a este pensamiento de Protágoras: «si no existiera la miel, los higos nos parecerían más dulces de lo que en realidad son». No recuerdo cual de los dos filósofos tenía razón, aunque con el segundo, dimos Amancio y yo un largo paseo junto al Sena, al regresar a casa aquella noche. De Agustín me impresionó su dominio del latín y el griego, pero de lo que estoy seguro es que Protágoras no había probado los higos de Silverio de Corullón.- Veo a los pescadores, subiendo con la cesta llena de truchas, acabado el sereno en las aguas delgadas de Texeira y del Cebreiro. Juntas para formar el Burbia, que discurre entre curvas y remansos hasta casi detenerse en el Pelgo. Corullón es un Nacimiento con Castillo de verdad, allí todo es de verdad, incluidos los frutos milagrosos que madrugan para madurar en el Bierzo. Regresar a Corullón es una necesidad, y mejor para conversar al calor de la lumbre de Jorge Vega, promotor del magosto más abierto, generoso y plural que imaginarse pueda, junto a las piedras románicas de San Esteban.

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