Diario de León
Publicado por
MANUEL CUENYA
León

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LA PASADA semana tuvimos la ocasión de ver y escuchar a Dragó en la casa de cultura de Ponferrada. Escuchar a este mago de la palabra en vivo y en directo resulta fascinante, aunque algunos no comulguen con sus hostias consagradas, el yin y el yang, ni siquiera con su anarquismo sintoísta. Puede que sea un falsario, un aprovechado del sistema, que se infarta, pobrecito, a pesar de hablarnos de su vida espiritual y sosegada, incluso puede que en ocasiones se le boten las tuercas y acabe diciendo, en presencia de algunas autoridades locales, que los monumentos y estatuas de Ponferrada, al igual que los de muchas otras ciudades españoles, son horribles, del estilo nomás de Tàpies y Chillida, señaló el conferenciante sin cortarse un pelo. Se me antoja que Dragonte, como se autodenominara a propósito de la charla que diera acerca de los templarios, es un tipo con un torrente verbal prodigioso, cuyo discurso llega a engatusar a los oyentes. Es tal la fuerza de su verbo que por momentos se vuelve sanador. No olvidemos que la palabra puede llegar a ser curativa, y el lenguaje, en el fondo, es pensamiento. Puede que Dragó sea un provocador, mas la labor de todo conferenciante, charlista y aun profesor debe ser la de encender antorchas en la caverna de modo que se haga la luz, o al menos se logren algunos claroscuros, además de tener entretenido al público. Y Dragó es un experto en incendiar el matorral del lenguaje, luego el pensamiento, y encantar, cómo no, a las serpientes. Al final no importa si nos habla de los templarios o de su verano de infancia en el Bierzo, en Albares de la Ribera, lo que importa es su grandeza comunicativa, sobre todo cuando mete el dedo en la llaga y dice que todo arte que no se inspire en al naturaleza es un arte enfermo. Al menos Gaudí, cuya obra tiene inspiración en la naturaleza, era un artista. Conviene recordar que el arte tiene mucho de patológico, el arte es algo patológico, aunque también se utilice paradójicamente como terapia. Tuve la ocasión de experimentar con el arte-terapia como «stagiaire» en el hospital psiquiátrico de La Chartreuse en la ciudad francesa de Dijon hace algunos años. El arte, en todo caso, tiene que ser una búsqueda de lo sublime: verdad, belleza y bondad. Lo mentiroso, malvado y feo para quien le guste. Más allá de todo arte, a uno le entusiasma lo natural. Lástima que estemos tan contaminados por el imperialismo gringo, y aun por otros sistemas diabólicos, y para colmo en manos de degenerados que atentan contra la especie humana en aras de sus intereses de mierda.

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