Los pobres
HOY tenemos en España tantos pobres como hace diez años, según la primera encuesta oficial y pública. Pero ¿dónde se meten tantos pobres? pregunta un descreído, al comprobar que, pese al largo período de bonanza económica y crecimiento de los últimos años, el problema sigue ahí, tozudo entre nosotros, gentes que viven en la pobreza estructural, sin ver la salida. Aunque algunos piden limosna y el cincuenta y cuatro por ciento de los que lo hacen en las calles de León reconocen que llevan entre seis y veinte años en el oficio, los pobres de verdad se dejan ver poco, no van al cine, ni al teatro, ni a las jornadas gastronómicas, las justas medievales, las galas benéficas. Tampoco gustan de jugar al golf, no esquían con asiduidad, ni se les ve en las cenas de los partidos, sindicatos y empresas. Uno de cada cuatro castellanos y leoneses viven en el umbral de la pobreza, ocupamos el quinto lugar en esa clasificación por Comunidades. No hablemos de la pobreza extrema, de los sin techo, ni de esos 1.017 inmigrantes sin empleo que hay ahora mismo en León. La estadística del Instituto Nacional de Estadística contempla a las familias que disponen para gastar en ocho meses, la misma cantidad de dinero que el viernes pasado gastó en menos de tres horas el ganador del premio de la Asociación de Comerciantes de León Oeste. Lo malo añadido a ser pobre hoy, es tener que convivir con el consumismo y la arrogancia, viendo al vecino de escalera vivir por encima de sus posibilidades, levitando sobre la tierra, sin que pase nada, de momento. Si se hiciera el inventario de las cosas llamadas necesarias y objetos «de regalo» que almacenamos en nuestras casas, a las que en esas fechas, repitámoslo, tan entrañables, vienen a arrinconar, a la espera de la penetrabilidad de los cuerpos, otras no menos innecesarias, veríamos ahí otra posible fuente de lucha contra la pobreza, si se hace con rigor científico, estadístico, econométrico y educativo. Y como a perro flaco las pulgas, se nos viene encima el problema, añadido, del proyecto de presupuesto de la Unión, tal como pretende sanearlo, a costa de los pobres, la presidencia británica, reduciendo las ayudas de solidaridad para los nuevos socios, a la vez que España se encamina, o se precipita, hacia el grupo de los contribuyentes netos, sin negociar el famoso cheque inglés de cinco mil millones de euros. Malos tiempos para la lírica.