CUATRO GATOS
Intentando hablar claro
GUERRA declarada. Guerra contenida. Guerra fría. Guerra larga. Guerra, llámese como se quiera y en cualquier caso. Individual y colectiva. El Teatro Bergidum se llenó, agotadas todas las localidades, el pasado martes, de espectadores expectantes. A ver qué es eso de los «Monólogos de la Vagina», con semejante título directo y sugerente. Día de la Mujer Trabajadora y espectáculo correspondiente a los supuestos problemas, vergüenzas y tabúes sufridos por las féminas. Sabidamente más sufridos por nuestras abuelas y en proceso de desaparición a golpe de lucha para nosotras, las actuales, las jóvenes nacidas en la época de después de la represión y los secretos oscuros. No tan lejos, a la hora de la verdad, nada lejos de todo lo que enturbia las relaciones. Vivir bajo el supuesto hecho de que son tiempos mejores por esclarecidos, ocasiona la correspondiente sarta de suposiciones confusas, de intentos desesperados por pertenecer y ajustarse a lo que ahora toca. Y con esto se constata que cada generación tiene sus traumas. Sus condicionantes. No puede ser más, ni menos, que venerable, el impulso (o propuesta, o deseo, o intención) de crear mundos mejores, mundos habitables para las generaciones futuras, para nuestros hijos (esos que crecen imitando lo que ven) una vez descubierta la clave para ello, a saber: construir desde la individualidad para que, grano a grano, la montaña sea. Lo mismo con esa otra responsabilidad contemporánea de reciclar, en este caso para que la montaña (de basura) no sea. Así que, teatro mediante, se pone uno de esos granos para la montaña. Se contribuye de esta manera a derribar algunos muros. Se propone llamar a las cosas por su nombre, o, en su defecto, contarnos la lista de las posibles maneras en que podemos llamar a las cosas. Se lanza un mensaje. Y cada cual lo interpreta a su manera, con libertad. Cada cual coge aquello que necesita y se lo lleva a casa. El teatro estaba el martes lleno y hubo muchas risas y algún que otro aplauso de esos que surgen para declarar «qué bueno eso que acabas de decir, ahí si que le has dao». Las actrices nos contaron historias de toda índole basadas en hechos reales, dolores particulares, algunos, de los que puedes reírte al paso del tiempo. Es, sin duda, un grano más de arena para esta guerra de sexos que nos toca pacificar a las de ahora, a las que nacimos después de la represión.