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Publicado por
RAQUEL PALACIO VILA
León

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DEBORAH Nofret llegó a Ponferrada hace dieciséis años. Había estudiado Química, había hecho teatro en Cuba, su isla natal, y al llegar a esta precisa ciudad, fue Belisa en el Jardín creado por Conde Gatón. Pasaron casi diez años desde su llegada, y la inquietud, eso que identificamos con algo que se nos mueve dentro y nos pide cosas, esa sospecha de que podemos aportar una o más caras a la geometría nunca determinada de la realidad; la necesidad, en fin, de buscar y buscarse, puso a Deborah manos a la obra y surgió así su otra faceta artística, su íntima libertad. Se sumergió en el mundo cibernético y se apropió de sus acontecimientos y lugares para sacar de ellos una visión, un trozo de la vertiginosa historia paralela que sucede a nivel de red, incluyéndose a sí misma como material de trabajo, como espejo, como reflejo y reacción de hechos cotidianos. Fue el principio de un camino que la ha llevado a exponer en La Habana, en París, en Lisboa, en Nueva York, en Madrid. Escoge «Preferencias Prestadas» como título entre travieso y honesto para la muestra que podemos ver desde el pasado jueves en el Conservatorio de Música de Ponferrada. Esta obra, creada en el año 2000 para la XII Bienal de La Habana, consta de doce piezas que a su vez conforman una sola. Es esta una exposición que se incluye dentro del ciclo «Conserarte», idea que abre el Conservatorio y su música a otras manifestaciones artísticas, para que alumnos, profesores y padres tomen contacto, juntos, con otras posibilidades creativas. Idea que quiere implicar a todos en una serie de actividades culturales que dan a los niños la oportunidad de interesarse y preguntar directamente a los creadores los motivos, las incógnitas, los impulsos, el origen de las obras. Una manera cercana de conocer qué se está moviendo en las cabezas de los artistas y cómo se mueve. Sensibilizar, o en su defecto, acercar. Crear, en suma, un contacto real. Es la segunda vez que Deborah lleva su arte a este centro. El día de la inauguración contó a los niños su historia y se dejó preguntar. Enriquecedor intercambio de pareceres y puntos de vista, conexión entre la artista y la curiosidad sincera de los pequeños: la misma isla que Deborah salva para sí misma, para habitarse sin dejar de buscar jugando, cogiendo prestado lo que prefiere para devolvérselo al mismo mundo de donde lo cogió.