Diario de León
Publicado por
MANUEL CUENYA
León

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DESCONFÍA uno por definición del poder, y de aquellos que lo ejercen con aires de superioridad, con despotismo, cual si se creyeran iluminados por el espíritu santo, o vayan ustedes a saber que iluminaciones humano-divinas. Desconfía uno de esos políticos que, llevados por su afán de gloria, meten la pata hasta el corvejón, incluso incurren en barbaridades inexplicables, al menos desde un punto de vista racional y razonable. No olvidemos que Bush, Blair y aun Aznar deberían pagar por las atrocidades cometidas en Irak, una masacre que daría para una espeluznante snuff movie. Es el poderoso por lo general, incluso quien se cree con tales poderes, alguien que está convencido de su misión tiránica en el mundo, omnipotente, divina o diabólica en la mayoría de los casos. Uno, por lo que sea, nunca ha sentido ninguna necesidad de ejercer poder, para qué. Si en el fondo de la realidad lo mejor es vivir sin ejercerlo, y sobre todo que a uno no le toquen mucho las pelotinas. En el transcurso de estos días, y aun semanas, hemos asistido pasmados a cómo el alcalde de Noceda del Bierzo defendía con uñas y dientes lo indefendible, puesto que se trata de un juicio perdido, y ante esto debería aceptar la realidad, resignación querido amigo, que ya seremos los contribuyentes quienes paguemos los platos rotos, por una decisión desafortunada, cabezonería, o lo que sea. Aceptar la realidad y los errores que uno pueda cometer es de humanos, y uno comete muchos errores a lo largo de su vida, incluso errores no queridos, pero la vida es así. No somos infalibles. El problema surge cuando uno está convencido de que todo lo que hace está bien, que sus decisiones son siempre acertadas, y que nadie es capaz de hacer las cosas mejor que uno. No pretendo avivar el fuego con leña quemada, mas quiero hacer algunas reflexiones y hasta genuflexiones respecto a las instalaciones deportivas de San Justo de Cabanillas, que es pedanía perteneciente al Ayuntamiento de Noceda. Unas instalaciones que regentaba Bernardo Segura y que daban vida a los pueblos aledaños. Hasta que un buen día el ayuntamiento de Noceda decidió cerrarlas alegando que Bernardo no pagaba recibos. Sin embargo, el Tribunal de Justicia ha dado la razón al Sr. Segura. Qué curioso. ¿No? Y eso que un alcalde goza de privilegios que otros humanos no tenemos. Creo que el alcalde se metió en un fregao del que no salió victorioso, y eso le produce desazón. Acepta, amigo Emilio, que a veces se pierden las contiendas porque uno se equivoca. Y déjate de andar mareando la perdiz con declaraciones de fe.

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