Contratos basura

HACE algún tiempo se me ocurrió hablar de una sociedad basura, y ahora vuelve la sociedad a «amorrar» en el putrefacto universo de los contratos llamados basura, que saltan por doquier, incluso en ese país mítico y acogedor que fuera Francia, la Francia del esplendor económico y cultural, adonde iban a parar nuestros artistas más grandes en busca de un mundo mejor. Ahora estamos viendo cómo los jóvenes franceses se rebelan ante una situación de precariedad laboral, que en nuestro país vivimos desde tiempos ha. En el Bierzo es habitual encontrar a jovencitos trabajando por unos pocos euros, aunque ellos se empeñen en negar tal situación. Sorprende que en nuestra tierra el personal tiende a engordar su salario, como queriendo enmascarar la cruda realidad. Como si cobrar poco fuera un delito, cuando el delito lo cometen quienes no reconocen ni pagan como es debido el trabajo hecho. Los empresarios bercianos, entre otros muchos, tienen por costumbre sangrar a sus trabajadores. Es una tradición bien arraigada desde aquellos tiempos mineros en que tantos se dejaran la piel y la sangre para «andorgar» a unos pocos. En realidad nunca, que recuerde, hemos gozado los trabajadores de a pie de salarios para tirar cohetes. En España, según el amigo Abel, no están nada bien pagados los trabajadores. Abel trabajó en la Universidad de Aberystwth, País de Galés, y ahora vive y trabaja en Newcastle, donde el trabajador es considerado. Sin embargo, en nuestro país aceptamos con resignación cristiana lo que nos echen, porque la solidaridad es una utopía, y aquí lo que cuenta es el sálvese quien pueda, que mientras a uno le vaya dando el pozal, que los demás se las apañen como puedan. En España el trabajo y la inteligencia siempre se han visto menospreciados. Aquí todo lo manda el dinero. Lo que se lleva en este país de pícaros y políticos comemierda es ser un trepa, y estar arrimado a los gerifaltes, que ganan sueldos astronómicos comparados con los mortales, a quienes les cuesta dios y ayuda llegar a fin de mes.