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Publicado por
RAQUEL PALACIO VILA
León

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LLAMÓ PRIMERO por teléfono, muy amigable, pronunciando mi nombre como si me conociera, supuse estrategia entre otras para tocar en el centro camelable de cada cual. Quería asegurarse de la situación de mi domicilio. Parecía un amigo a quien no veía desde mucho tiempo atrás. Su trabajo. Hacer que los habitantes de las casas nos sintamos en lo correcto si seguimos el juego, y mejor si compramos el maravilloso colchón de látex que se adapta al cuerpo y nos cura la espalda por anticipado o porque sí, es cierto, la tenemos mal, pero ya ha llegado, gracias, el fin a nuestro martirio, en la persona, reflejo mesiánico, de este oportuno vendedor de colchones. La solución llama a la puerta. Un colchón. Caiga usted tranquilo en la comodidad adaptada a las variables curvas de su anatomía. Imagino las clases avanzadas de disección del comportamiento, acentuada y especialmente consumista, de los moradores de estos lares de la tierra. Llamamos colchón a algo que nos permite vivir holgadamente, sin agobios, con red, bajo la cuerda floja. El colchón económico es el más demandado en este centro comercial que nos es la vida. Tal vez, seguro sea esa la razón por la que este joven vende colchones. Metafórica pescadilla. Quién se lo iba a decir a él, a cualquiera, que se iba a dedicar a esto. Nadie sueña con vender colchones, soñamos en ellos con otras cosas. Pero es así este presente incierto al que hemos llegado pensando que podíamos ser lo que quisiéramos. Se llama Ion. Pienso en protones y neutrones sin conseguir improvisar ningún comentario gracioso. Mejor. Lleva traje y zapatos limpios de diseño considerablemente elegante. Trae una muestra, un pequeño colchón, y le dice al gato: «si tu dueña lo compra, te doy uno como este para tí.» Yo ya llevo un rato pensando cómo le voy a decir que esta venta no va a poder ser. La hoja de pedido lleva un rato ya sobre la mesa, como diciendo «relléname». ¿Le estoy haciendo perder el tiempo y debiera haberle dicho por teléfono que se ahorrara la visita? Pero gages del oficio, unos sí, otros no. Se ha tomado un café y me ha afinado la guitarra en un periquete, porque este vendedor de colchones también toca en una orquesta que se llama Sensación. Estudió Administración de Empresas. El chico vive en la ciudad de León. Y fíjense: Ion, colchón, Sensación, Administración... parece que el destino existe y tiene, para este chico que goza de buen ánimo y talante, una clara dirección.

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