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Publicado por
MANUEL CUENYA
León

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HAY ciudades y países que a uno se le antojan familiares. Este es el caso de Marrakech, donde resulta curioso ver autobuses Alsa por toda la ciudad. Es Marruecos un país tan cercano en lo familiar, que uno se encuentra como en casa, aunque sea este un país desconocido para muchos españolitos, que se sienten asépticamente europeizados. Cuando era un niño soñaba con un sitio como Marruecos, y cuando lo descubrí por primera vez me quedé impresionado, y aún sigo cautivado, aunque no sea oro todo lo que reluce en Al Maghrib. De lo contrario ya me hubiera ido a vivir allí. Por lo demás encuentro muchas similitudes entre el Bierzo de hace treinta años y nuestro vecino del sur. Entonces los rapaces bercianos y los marroquíes compartíamos hábitos, y en cierto modo una forma de vida. Como anécdota diré que también los bercianos apechugábamos en la casa, en el campo, o lo que fuera menester, teníamos disciplina, éramos respetuosos con los mayores y nos encantaba jugar en la calle, al fútbol, opio del pueblo, y montar en una bici varios a la vez. Siempre había alguno que se sentaba en la barra de la bici, como seguimos viendo a los guajes marroquíes, incluso en Marrakech. La vida entonces era natural, olorosa, incluso jodida, como lo es en Marruecos para la mayoría de sus ciudadanos, habituados a vivir en condiciones precarias, cuando los ricos, una minoría, viven en un lujo ensoñador, y ejercen un poder que resulta hipnótico para el pueblo. Esta es la terrible realidad. Incluso en el Bierzo algunos rapacines andaban medio descalzos y medio desnudos, con los mocos colgando. El pueblo marroquí, sobre todo el berebere, me recuerda al berciano de hace algunos años. La gente, por lo general, es afectuosa, hospitalaria, sencilla, y te ofrecen lo que tienen porque están habituados a compartir, a complacer al visitante, que esté dispuesto a ofrecerles su amistad. Cada vez que visito este país se me trastocan las neuronas, y siempre encuentro a gente maravillosa, que me abre su alma, y me ayuda a conocer su cultura, su forma de ver la realidad, como es el caso de Fouzia, Hind y Sanaâ, tres hermanas hermosas, despiertas y entrañables.