Más de mil personas despidieron en Vega al vigilante muerto en la cantera de Catisa

Cientos de vecinos de Vega de Espinareda arroparon ayer a los familiares de Andrés Alberto Gonçálvez, el vigilante que el martes moría aplastado por las rocas de una voladura en la cantera de Catisa, en Carucedo. La iglesia parroquial de Vega, lugar en el que se celebró el funeral, se quedó pequeña para dar el último adiós a uno de sus vecinos. Escenas de dolor y llanto fueron la estampa que se vivió en una jornada de luto para esta localidad berciana que, tanto en la iglesia como posteriormente en el cementerio, se volcó con los seres más cercanos del finado. Desde compañeros tanto actuales como de su etapa en la mina, directivos de empresas pizarreras y mineras hasta efectivos de la Guardia Civil con los que compartía horas y horas en sus viajes estuvieron presentes en el último adiós de un trabajador al que todos consideraban ejemplar y muy apreciado en cada uno de sus destinos laborales. Andrés Alberto Gonçálvez moría precisamente poco antes de la una de la tarde del martes cuando en una voladura controlada en la cantera del grupo Martínez Ñúñez en Carucedo una roca golpeaba al vigilante, trabajador de una empresa de explosivos, con tal virulencia que acababa con su vida. A pesar de que al lugar se desplazó de manera inmediata un helicóptero del Sacyl, una ambulancia y un equipo médico, los sanitarios sólo pudieron certificar su deceso.