Voces Jolías
ME CONSTA que para él lo más importante es su trabajo pastoral en Santalla. Otro valoraría más su doctorado en historia del arte, su obra investigadora sobre el arte religioso en el Bierzo en el siglo XVI, su condición de profesor universitario, sus trabajos y publicaciones como responsable del patrimonio de una diócesis bimilenaria. Le conozco desde que éramos niños y somos amigos desde entonces, una amistad de largo recorrido y bien soldada. Comprendo su orgullo personal de ser párroco de Santalla, ese balcón a cuyos pies el Bierzo es una alfombra verde, como lo entendería cualquiera que presenciara el acontecimiento y celebración de sus bodas de oro, hace pocos días, todos sus feligreses, hombres mujeres y niños saludándole de forma individualizada y plena de afecto compartido, cada uno expresando su adhesión «según su naturaleza», expresión que mejor que nadie entendería Tomás Aquino, cuya talla barroca co-preside el retablo de la primera mitad del siglo XVIII, recién restaurado, bajo la cúpula con pechinas de un templo bien proporcionado y con admirable juego de volúmenes, primorosamente cuidado. Él había advertido sólo una cosa: el regalo, tu presencia. Pero todos regalaban algo: unos el ornato del templo, otros la colocación de una placa conmemorativa, aquellos la limpieza de la iglesia, este con un porrón de años encima, repicando las campanas, aquellos trajeron las flores, aquel otro voluntario se encargó del reportaje fotográfico y la sobrinada le sorprendió con un coro a tres voces, hasta ese momento clandestino y en la diáspora. Tuvieron que recorrer miles de kilómetros para ensayar durante todo un año, hasta atreverse, al final del acto, con la adaptación de un coro de Giuseppe Verdi. Podría esta coral de sobrinos figurar en el libro Guiness por el hecho singular de la consanguinidad de sus componentes que ofrecieron ese regalo al más joven de una larga lista de once hermanos Voces Jolías, lo que permite al homenajeado tener más de cien sobrinos, también por el alto nivel polifónico alcanzado, que tiene mérito incluso siendo de Toral de Merayo , que como señala el himno oficial del maestro M. Juárez, es «pueblo de bodega y ronda». Estas cosas ocurren en el Bierzo, y seguramente también en otras partes, acontecimientos recoletos y de alta calidad humana, que impresionan a todos menos a sus protagonistas, acostumbrados a asomarse al soberbio mirador de Santalla como la cosa más natural del mundo y que a sus médulas se limitan a llamarles foyos.