Gracias, Antonio Vecino

NOS ENCONTRAMOS allá por los años 70, yo era un chaval más de los cientos que se congregaban en el plantío para jugar a baloncesto, tú eras único. Sólo los que ponen el corazón y la vida en lo que hacen lo son. Me uní a la marabunta verde de chavales que fue el JT . Sin duda alguna tu gran pasión, con la que viviste muchos gratos momento y, por que no decirlo, más de un disgusto y desencuentro. Siempre me he sentido orgulloso de haber pertenecido al club de barrio al que tantas horas dedicaste, por amor al deporte y a los jóvenes que te rodearon. Compartí contigo buenos momentos y también alguna que otra diferencia de criterios; sin embargo, la distancia que marcan los años pasados me ha permitido la objetividad necesaria para pensar que sólo cuando uno se desprende de las trivialidades con las que vamos cubriéndonos a lo largo de la vida, aparece lo que en esencia nos define como el ser humano que somos. ¡Qué torpe he sido! Hoy me he dado cuenta y me invade la vergüenza por la ingratitud con la que te hemos tratado. ¡ Que paradoja¡. Solo hoy, que ya no estás, he sido capaz de desprenderme de la cobardía de decirte a la cara lo buena gente que eres Antonio. Sin duda es tarde; pero en casa me han enseñado que más vale tarde que nunca. Hoy sólo puedo decir: «Gracias Antonio Vecino, donde quiera que estés».