La buena literatura

OTRA COSA no abundará en casa tanto como los libros. Los hay por todas partes, formando torres gemelas, en parejas de a tres como quería el otro, colocados según el modelo cara vista, alineados como esos chalets acosados del quiero y no puedo o, en fin, dejados a la berciana. Es decir «así vale, ya los ordenaré mañana». Ayer se vino abajo una de esas torres y apareció liberado ante mis ojos el hallazgo con una dedicatoria sugerente: «Para Pepe. Gracias por leer este libro, o cualquier otro. Hoy en día es todo un heroísmo. Álvaro». Estos atardeceres que el otoño te regala a través de los cristales, al fondo el rumor vital de los estorninos que a algunos molesta, seguro que porque no son de pueblo como yo, quiero decir los que protestan contra el bulle bulle de las bandadas haciendo la ola, no los estorninos, a mi sólo me perturban los ruidos municipales¿ Estos atardeceres, digo, invitan a la lectura, así que me zambullí en el relato, dedicado a los que aman sin ser amados, de Álvaro Rodríguez Martínez, maestro en el Bierzo, nacido en León. Va a tener razón la ministra Carmen Calvo, pensé a la altura de la página cuarenta, cuando asegura que existe una literatura leonesa, no localista ni provinciana, sino universal. Precedentes existen tan respetables como Espadaña y Claraboya, santuarios de una poesía necesaria, concebida como arma de futuro en tiempos de penuria intelectual y moral. Sin olvidar la escuela de Astorga, denominación acuñada por el poeta Gerardo Diego. Acabo de leer todo el relato, la historia de un romance que ni siquiera llegó a nacer a pesar de que, como enseña Platón, el amor es hijo de la abundancia y la pobreza. Me pregunto dónde tendría yo los ojos cuando lo perdí de vista entre volúmenes más pretenciosos y menos consistentes, culpables de que sea yo reacio a las nuevas lecturas, con la disculpa de que, por un lado, no doy acabado con el siglo de Oro de Grecia y por otro lado me cuesta pasar de Quevedo. Advierte la contraportada que esta novela aúna el humor, el lirismo y la ternura, con una magnífica prosa que cautiva al lector¿. Y es cierto, a mi me ha cautivado este fugaz encuentro entre la dicha y la pena, entre la mugre y el oro, titulado «El sueño de esta noche», de Ediciones Hontanar. Tomen nota los amantes de la buena literatura.