Catástrofes naturales
AMARILLEAN en algunos arcones de Finisterre escrituras de propiedad de fincas rústicas que lindan al Norte con la Gran Bretaña mar por medio, evitando así el derecho de torna y asegurando unos metros más de tierra propietaria. Esa querencia por estrechar cauces y espacios de dominio público juntand0 las leyes de cercamientos con el código del bien aprovechado : « lo mío es mío, lo de los demás de todos», tiene que ver con desbordamientos, avenidas y otras desfeitas que impropiamente llamamos catástrofes naturales. También esa tendencia a identificar gestión con consumo de cemento, rellenos y movimiento de tierras, escolleras y accesos de tente mientras cobro y los ríos sin limpiar. Vemos que un arroyo arrastró una poderosa grúa y nos preguntamos, qué hacía esa grúa allí. Las mismas preguntas sin respuesta cuando vemos el río encofrado en Fasgar, la escollera del río Noceda en Río, convertido en canal enmaromado aquel tramo de ribera deleitosa, igual que en Ponferrada cuando con los recursos del Miner destinados al saneamiento de los ríos del Bierzo Alto diseñaron la ordenación de las riberas del Sil, destruyendo el ecosistema de ribera, sin ningún respeto a los alisos de hojas acorazadas donde el pinzón asentaba y defendía su territorio. He visto cientos de truchas atrapadas en esas escolleras, aguas arriba del coto intensivo, cada vez que los de Confederación cortan el agua sin ningún miramiento y aquí no ha pasado nada, como tampoco pasa nada porque desaparezcan todos los puentes y un pueblo quede aislado del resto del mundo durante cuatro días. Dijo un ministro portugués que dimitía cuando el agua se llevó un puente, porque él era el ministro de obras públicas y la responsabilidad no podía morir soltera. Este urbanismo agresivo y abrasivo tiene mucho que ver con las llamadas catástrofes naturales, también esa tendencia a tirar la pelota al tejado ajeno, son los de Diputación, son los de Confederación, son los de la otra Corporación, como si no existiera el principio de unidad de la administración y los ríos sin limpiar. Interviene ese urbanismo permisivo, al amparo de la tendencia a dar mordiscos al Estado sin dejar de pedirle ayuda para todo: «ese galpón que tienes ahí, Manolo, tampoco es legal, así que mira a quien votas esta vez, que si vienen los otros te lo van a tirar¿» Tanto pisarle la cola a la serpiente de cascabel, pasa que los chanchullos derivan en catástrofes.