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Publicado por
JOSÉ ÁLVAREZ DE PAZ
León

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UNO DE los mejores clientes de Aenor es el Ayuntamiento de Ponferrada, municipio habituado en los últimos años a disfrutar el cuponazo de Aenor en forma de premio a la calidad medioambiental. Cierto que la nuestra es hoy una ciudad más limpia y acogedora, por lo que procede felicitar al Ayuntamiento, a los vecinos a las empresas que gestionan eficazmente la limpieza y ornato públicos, pero eso no justifica que el alcalde diga que heredó una ciudad sucia con bolsas de basura en la calle, olvidando que el sistema de recolección selectiva de residuos urbanos repetidamente premiado, fue puesto en servicio durante el último mandato de Celso López Gavela, siendo también herencia de corporaciones anteriores a la actual la red básica de parques públicos que ofrece este municipio para disfrute de los vecinos y admiración de los visitantes. Tampoco podemos olvidar, antes de lanzar las campanas al vuelo, que la salud ambiental es indivisible, que el aire de Ponferrada es el más contaminado de Castilla y León, según datos de la Junta de Castilla y León, con cinco puntos negros en el listado europeo «EPER», grave asunto que no arregla la táctica del avestruz , consistente en trasladar a zonas menos conflictivas los aparatos medidores de la contaminación del aire, como se viene haciendo aquí. Además, el deterioro acústico de Ponferrada es evidente, siendo el Ayuntamiento el primer emisor de ruidos que infringen las normas comunitarias, baste señalar que el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo y algunos tribunales españoles consideran el ruido como un atentado contra derechos fundamentales «que impide el derecho a la salud y viola la invulnerabilidad el domicilio», con penas de cárcel para los infractores. Y además de hacer, el Ayuntamiento deja hacer a quienes con absoluta impunidad circulan día y noche por nuestras calles con el escape libre y trucado. Desgraciadamente, no está en la agenda de ningún partido, piensan todos que no es rentable, desde el punto de vista electoral, abrir ese frente ahora. Este aire enfermo que respiramos y las emisiones sonoras contaminantes, consentidas o provocadas directamente, resultan claramente incompatibles con las banderas verdes y los premios de calidad medioambiental otorgados a quien mira para otro lado o se empeña en matar moscas a cañonazos, librando en cada madrugada un desigual e innecesario combate contra las inocentes hojas del otoño dormidas sobre la hierba.

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