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| Reportaje | El oficio más viejo del mundo |

El comercio de la otra carne

Cerca de 900 mujeres, la mayor parte de ellas extrajeras, ejercen de una u otra forma la prostitución en el partido judicial del Bierzo. Unas 300 cotizan como «camareras»

Publicado por
Alejandro J. García - ponferrada
Ponferrada

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Dicen de él que es el oficio más antigüo del mundo. Lo cierto es que el negocio de la prostitución es, junto con el del tráfico de drogas y armas, el que más volumen dinero maneja en el planeta. En la comarca del Bierzo, lejos de la lacra del comercio de las armas y por debajo de lo que supone en todos los sentidos el ámbito de las drogas, el negocio del sexo supone una realidad social que convive con relativa tranquilidad e impunidad en el día a día de los habitantes de este área geográfica del noroeste peninsular. Casi un millar En el partido judicial del Bierzo, según fuentes del Servicio de Información de la Guardia Civil de León y de la Comisaría de Policía Nacional de Ponferrada que han solicitado no identificarse por temor a represalias de sus superiores o de autoridades políticas provinciales, ejercen la prostitución unas 900 mujeres, «la mayor parte de ellas extranjeras, por lo menos unas de 600». En su mayor parte hispanoamericanas con nacionalidades tan dispares como colombianas, brasileñas, dominicanas y en menor medida argentinas, peruanas, ecuatorianas, venezolanas... En un segundo escalafón, y con una «demanda altísima», según las mismas fuentes consultadas, se encuentran mujeres jóvenes venidas de países del Este: rusas, ucranianas, exyugoslavas, belorrusas, rumanas, etc. En un tercer peldaño de esta triste, pero cierta, realidad social, los agentes sitúan a «las morenas, vamos, las negritas, subsaharianas», de un largo listado de países africanos. Al final del escalafón estarían las españolas, «generalmente llevadas a esta vida por droga, desestructuración familiar», e incluso alguna de origen oriental y árabe, «aunque éstas, por el fuerte dominio del clan familiar y del marido no suelen ser utilizadas como esclavas del sexo, sino del trabajo en tareas casi siempre clandestinas o ilegales, ocultas a la vista de la gente y del sexo masculino». En este ambiente se comenta con machismo que «a las cariñosas y ardientes latinas les ha salido una fuerte competencia con las rubias y blancas del Este».

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