Diario de León

LA FRAGUA DE FURIL

Quito Ongarini

Publicado por
MANUEL CUENYA
León

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ESTA columna se la dedico a Francisco Ongarini, Quito, médico argentino que llegó hace unos meses al Bierzo cual si fuera una bendición. Al menos uno lo siente así. Llegó al Bierzo con su mujer, Euge, y sus encantadoras niñas, dos angelitos, Franca y Fiorina, que tienen una gran madurez mental. Quito es una de las mejores personas que he conocido, y esto no lo digo a la ligera, como quien larga algo para quedar bien, y así en ese plan hipócrita y hasta obsceno. Esto lo digo porque lo siento de veras. Además de un gran profesional, como he podido comprobar, es generoso, buen conversador, persona inteligente y amigable, gente sana, una mente lúcida, capaz de conocer el comportamiento humano como la palma de una mano. A menudo se dice que los argentinos suelen ser buenos psicoanalistas. Pues en este caso es bien cierto, incluso podría decir que es alguien extraordinario, un ser especial, aunque él insista en que es de lo más normal. Y eso se nota cuando uno habla con él, en cuanto uno principia a conocerlo. Hay gente que tiene duende, aura o espíritu, él tiene todo esto. La gente sabia, de verdad, es humilde. Los imbéciles, en cambio, son déspotas y engreídos. Por fortuna, en este mundo de tarados hay gente buena, honesta y sincera, como él. Bembibre, que ha sido tierra de inmigrantes, y por ende acogedora, está de enhorabuena, porque el Doctor Ongarini ha montado una clínica dental, en concreto en la Avenida Villafranca, antes la calle del Escobar. Quito, con la ayuda de su mujer, no sólo empasta, reconstruye y limpia dentaduras sino que también hace implantes. Algo que hasta ahora no se hacía en la villa del Benevívere. Nunca olvidaré, estimado amigo Quito, aquel día en casa de Marisa y Benjamín, nuestros entrañables familiares, donde me abriste las puertas de la amistad, y aun las puertas de la percepción, porque como tú bien sabes y dices lo importante es «darse cuenta», no repetir estructuras caducas, abrirse al mundo, ver con claridad, no caer en errores ya sabidos, sobre todo si uno se para a reflexionar, a analizar. El problema, sobre todo en este mundo apresurado en que nos ha tocado vivir, es que muchas veces, no queremos darnos cuenta, nos hacemos los tontitos, nos autoengañamos, acaso creyendo que engañamos a los otros, y eso mina, porque uno debe aceptar su principio de realidad y vivir conforme a ello.

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