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JOSÉ ÁLVAREZ DE PAZ
León

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FUE EL del jueves pasado un apagón solidario, una muestra de respeto a las generaciones venideras, reconociendo que se habían equivocado Carlos Marx y otros pensadores de los nuevos tiempos, suponiendo que los recursos a nuestro alcance no eran finitos.Un apagón contra el expolio del planeta, una apuesta por satisfacer las necesidades del presente sin impedir a las futuras generaciones hacer lo propio, una advertencia contra el déficit ecológico mundial y un anuncio de las catástrofes «naturales» que acarrean el cambio climático y el calentamiento derivado de los gases de efecto invernadero, afectando el cambio especialmente a España. Por eso se apagaron las luces de torres y fachadas emblemáticas, Unión Fenosa mediante, tímidamente algunas viviendas en Ponferrada. Será que pensamos la mayoría que ese es asunto de los gobiernan, no vamos a sentirnos culpables de que el sesenta por ciento de los humedales hayan sido destruidos por el cemento o de la orientación del Plan Provincial de obras y servicios 2007,una pavimentación por consenso y con poca imaginación. La filosofía del yo lo ví primero y me lo quedo, la deuda ecológica que la paguen otros, tiene que ser reorientada desde los poderes públicos, sin esperar a que cambie la mentalidad de algunos incontinente, como un conocido promotor de por aquí que, en un breve momento de lucidez, reconocía : "a mi lo que me pierden son las esquinas".Balbino es un profesor jubilado que guarda una deliciosa colección de exámenes de antiguos alumnos, de la Galicia profunda y del Bierzo, con joyas como esta : ejemplo de suelo fértil, el que tiene mucho cemento. Volviendo al apagón, no será fácil convencer a todos de algunas obviedades: que no hay otra manera de detener el apocalipsis, que austeridad no significa menos disfrute. No es fácil teniendo permanentemente en el horizonte un espeso calendario de fiestas de dilapidar, comprender que la austeridad social además de eliminar la pobreza., no merma la capacidad de disfrute de lo necesario, sólo es incompatible con el dato de que el veinte por ciento de la población mundial consume el 80% de los recursos naturales del planeta. Quizá pronto habrá que hablar, no de desarrollo sostenible, sino de «decrecimiento sostenible», optando colectivamente por lo que algunos llaman la simplicidad radical, un reto de futuro para ser asumido y gestionado por los poderes públicos, usando la política como una herramienta al servicio de la racionalidad.

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