Diario de León
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JOSÉ ÁLVAREZ DE PAZ
León

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ASEGURAN los medios de comunicación, no digamos las peñas, que los árbitros no respetan a la Ponferradina, que algunos la miran como si la mirara un tuerto. No me lo puedo creer, con esa trayectoria, con ese nombre, con ese campo. Otra cosa es que se haya comprobado estadísticamente que los árbitros como los dioses, según demostró Alejandro en la toma de Halicarnaso, ayudan a los buenos cuando son más que los malos, o dicho de otra manera, los equipos grandes parten con cierta ventaja en la parrilla de salida de las competiciones oficiales. Reconociendo esto en una tertulia televisiva, aceptaba un ex árbitro que a estas alturas de la temporada, si los errores arbitrales se hubieran repartido por igual, los equipos punteros estarían un poco más abajo, tendrían algunos puntos menos y así viene siendo año tras año, para a continuación, de forma manifiestamente incongruente, justificar esa felonía argumentando que «el árbitro es un ser humano y como humano se puede equivocar». Si por humanidad fuera, pensé yo, se inclinarían hacia el perdedor, como hace San Antonio, no a favor de quienes transitan por territorio champions, los que tienen mayor presupuesto, más aforo en sus estadios, una afición más contundente, unos representantes cuyo voto vale más que el voto advenedizo en la LFP, un fondo sur o norte más descerebrado, una conurbación respetable que impone su ley, que con las cosas de comer de muchos no se juega, recordemos la movida que se alzó como un tsunami hace algunos años en Vigo y en Sevilla cuando parecía que habían descendido sin remedio en los despachos oficiales, no en los terrenos de juego. Aquí tenemos, afortunadamente, unos profesionales que juegan limpio y una masa social y humana mayoritariamente acogedora y sosegada, porque somos así y a mucha honra. Que se lo pregunten a los de Gijón que después de zurrarnos la badana en el Toralín airearon su legítima euforia haciendo amigos por las bodegas con bandera blanca en este antiguo refugio de peregrinos, antes la Puebla de San Pedro, más tarde Ponferrada. Reñidos con las nuevas tecnologías los mandamases del fútbol no se conforman con la justicia rápida, que ya es un peligro por definición, sino que la quieren instantánea e impartida por uno que va a cien, por eso le obligan a vestir de corto, aunque sea juez. Así pasa que, como dijo aquella buena mujer llorando desconsolada en la estación de Torre, al que lo amuelan lo amuelan.

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