El Carnaval ha muerto
«EL CARNAVAL ha muerto», de Jean-Richard Bloch (París, 1920). De este ensayo se hacia eco don Julio Caro Baroja en su análisis histórico sobre el Carnaval en 1965. Pueden parecer tiempos muy remotos a los modernos ciudadanos del siglo XXI, aunque lo que está claro es que los anacrónicos somos nosotros, que no vemos lo que sucede a nuestro alrededor. Don Julio refleja que «el carnaval es hijo del cristianismo, que no existiría sin la idea de La Cuaresma y sin la suma de otras fiestas paganas. El Carnaval nos ha acompañado como tal desde la Edad Media y sólo a partir de los siglos XVIII y XIX perdió su fuerza original para convertirse bajo la influencia italiana y francesa, en el carnaval urbano y burgués que conocemos. El significado profundo en la vida de los pueblos y los individuos se transformó, desde entonces, en los grandes bailes, lujosas carrozas y concursos que padecemos. Se ha convertido en una fiesta vacía de su sentido original, se trata de una diversión reglamentada, siguiendo criterios políticos y dentro del «orden social». El entierro de la sardina, ligado íntimamente con la original muerte del Carnaval, descrito por Pascual Madoz en el siglo XIX como «gente ordinaria que se disfrazaba de frailes, curas y otros empleados de la iglesia... llevando pendones, estandartes, con escobas de hisopos, orinales y otras insignias burlescas... Con cantos lúgubres, imitando a los cánticos de entierro... Y que concluye con el entierro de la sardina y con una merienda. El sermón solía ser de aire satírico, quejándose de los abusos de la autoridad y con gran desvergüenza». Nada que ver con el discurso que nos vimos obligados a sopartar este pasado Carnaval en Cacabelos. Quizás aún no entendemos que el Carnaval son días de parodia, de disfrazarnos, de reirnos todos y todas. Esto no incluye la ofensa y los chistes machistas que se pretenden justificar. Que casualidad, nos disfrazamos de viudas y viudos pero, sólo ofendemos a las viudas. No se puede entender que en pleno siglo XXI podamos consentir que un equipo de gobierno ¿progresista y de izquierdas? permita y justifique actos de este tipo. El lenguaje refleja el sistema de pensamiento colectivo y con él se transmite una gran parte de la forma de pensar, sentir y actuar en cada sociedad. Representa una forma de interpretar el mundo. La falsa apelación a la tradición no es sinónimo de la verdad. Someter la razón a la costumbre no es la manera de llegar al conocimiento, como tampoco lo es justificar, con el número de participantes, el grado de aceptación de un acto. El lenguaje empleado en el pasado entierro de la sardina sigue dejando a la mujer como un elemento social de segunda categoría. Se trata de violencia de género y echa por tierra los esfuerzos que día tras día hacemos para cambiar y enseñar a nuestros hijos a respetar los diferente y valorar la riqueza que nos ofrece la variedad, Aún hay gente que pensamos que no por ser Carnaval «todo vale», que las cosas o se hacen bien o no se hacen. A pesar de todo y desgraciadamente, la gravedad de los hechos acontecidos en el Carnaval y su repercusión mediática no son más dignos de respeto que los que suceden en cualquier campo de fútbol o a la vuelta de la esquina en nuestra vida cotidiana. Hagamos, por tanto, una reflexión sobre el verdadero valor e importancia en el uso del lenguaje y lo que con él transmitimos.