Dos diamantes bercianos
AMPARO Valcarce se ha ganado a pulso, sin duda, el ser la berciana más aventajada de todos cuantos conforman la nómina del presidente de Gobierno. Trabajadora infatigable, de buenas costumbres, siempre lleva preparadas sus intervenciones y actos por muy modestos que sean. Con ella siempre se aprende algo nuevo. De ella siempre se espera algo más para estas tierras sedientas de ilusión y hambrientas de realidades palpables y no proyectos y promesas políticas cronificadas. Amparo Valcarce está cumpliendo con sus paisanos fabereses, bercianos y leoneses en general. El premio recibido este fin de semana es sólo uno más en el largo listado que se le avecinan si sigue así. Y es que, en la alta política, los premios, reconocimientos y homenajes son fáciles de conseguir. El agasajo es sinónimo de peloteo pero con clase. Pero en esta ocasión la protagonista lo merece. Por cierto, que sepan que Amparo no suele asistir a cenas para estar con su hija más tiempo. Luego si tienen previsto invitarla, por favor, no la metan en un brete y a poder ser que sea al mediodía o en un frugal desayuno. Ella y los periodistas se lo agradeceremos más. Nuestras familias también. Y hablando de familia. Antolín de Cela, el cercano párroco de la Encina, berciano y ponferradino de adopción, está siendo criticado por la desaparición de la pétrea escultura de San Pedro de Montes. Qué injusticia. La persona que más ha hecho por la Iglesia en el Bierzo, el motor del desarrollo de un fenómeno cultural local y comarcal, el alma máter de cien y un proyectos sociales como el Hospital de La Reina, la Residencia de Campo, las publicaciones culturales, las restauraciones de monumentos eclesiásticos, su puesta en conocimiento y difusión, la labor pastoral con mente abierta a los tiempos modernos recibiendo y atendiendo como padre espiritual y director de personas humildes, pobres, y de personas poderosas e influyentes sin distinción por cartilla bancaria, edad, sexo y, casi, casi, hasta de religión. Antolín, como le llama todo el mundo, es don Antolín de pies a cabeza. Todo un caballero a carta cabal. Pozo de sabiduría, soñador renacentista infatigable, músico, profesor...y amigo bueno. El párroco de la Encina siempre ha querido ver San Pedro de Montes restaurado y en servicio para sus vecinos y para la parroquia. Jamás ha adolecido de interés alguno. Otra cosa es el vecino «cazurro», no merece ser berciano, el que se ha llevado la citada pieza artística.