Un hotel, a cargo de los dueños, futuro probable del monumento

Corría el año 1940 cuando Saturnino García Enríquez, natural de Otero de Perandones, casado con Graciana Valle García, ricos labradores y propietarios de una fábrica de aguardientes compran el Palacio a don Eugenio Castellanos, médico madrileño, y a doña María Álvarez de Toledo, noble villafranquesa afincada en Madrid. Este acuerdo de venta, venía precedido por un largo proceso de alejamiento de sus raíces y propiedades de doña María, la titular histórica del monumento. Saturnino, ávido hombre de negocios y administrador de la finca, bodegas, etc; finalmente optó por comprársela ante «las más que evidentes ganas de deshacerse del elevado coste que suponía mantener el Palacio y sus negocios adyacentes». La escritura pública se firmó finalmente en 1957. Años más tarde, Saturnino García Valle, hijo de los nuevos propietarios, hereda el recinto. Desde entonces, su familia realiza alguna pequeña obra, celebra fiestas en él y piensa, al parecer, «en restaurarlo hasta convertirlo en un hotel regido por la familia», explican.