| Reportaje | Altruismo entre receptores de un donante |
A golpe de corazón
Otros trasplantados acompañan, animan y orientan en la habitación del Hospital Clínico de Valladolid a una vecina de Ponferrada que espera una donación del órgano vital
José María Pindado le advierte a Concepción García, «cuando salgas vas a aprender a disfrutar de cada momento, a dar mucha importancia a los detalles». Chema ha pasado por el trance en el que se encuentra ahora esta mujer de 45 años, casada, con dos hijas y vecina de Ponferrada: «Me ocurrió lo que a ti, un día mi vida estuvo pendiente de un hilo, el conseguir salir adelante te hace valorarla mucho más». Razones no le faltan, porque este vallisoletano, a punto de cumplir los 64 años, lleva casi 23 «con el corazón de una joven a la que doblaba la edad», y es el trasplantado español más veterano. «En estos momentos previos a la operación es cuando más miedo sentí», confiesa este antiguo delineante que un día comprobó como el corazón cada vez le iba a peor y no tenía la certeza de cuándo le colocarían el nuevo. «Me invadió un ansía por entrar en el quirófano». Concepción asiente: «a mí me pasa lo mismo, sólo tengo ganas de que me comuniquen ese momento». ¿Cuánto se tarda en despertar? Es la siguiente pregunta: «Creo que unas cinco horas, pero fue cuando sentí la mayor alegría, abrí los ojos con una vitalidad inmensa y allí, en torno a la cama, detrás de los cristales, estaba mi familia», responde Chema recordando que se impuso como terapia previa pensar que todo iba a salir bien. «Además, mi mujer estaba embarazada de mi cuarto hijo, tenía la obligación de conocerlo y los otros tres chicos eran muy pequeños». Concepción García ahora apenas si aspira a alcanzar este record. "23 años", exclama en voz alta cuando se lo ha comunicado Chema. Ella solo desea que se produzca "cuanto antes" la llamada del Centro Nacional de Trasplantes, anunciando que disponen de un órgano que sustituya al suyo, "bastante deteriorado" por una miocardiopatía del ventrículo derecho, una enfermedad poco común que no tiene curación. Mientras llega ese momento, esta mujer menuda permanece ingresada desde hace varias semanas en el Hospital Clínico de Valladolid y sólo sueña con darse «una comilona de pulpo» junto a su marido, para festejar una nueva vida. Es consciente de que, hasta que pueda celebrar esa cena, tendrá que salvar un largo postoperatorio, sometida a un estricto régimen, que se puede prolongar hasta un año.