Diario de León
Publicado por
JOSÉ ÁLVAREZ DE PAZ
León

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LA PLAZA de los Molinos, en el corazón de Ponferrada, es un espacio amplio y acogedor donde juegan los niños y conversan los vecinos a la sombra de los ciruelos japoneses, los magnolios y las rosaledas. Lo que no hay allí son molinos, desaparecidos con la capilla del sacramento antes de que un muro ciego secara las acequias, acabando con la memoria de aquellas huertas cuyos pimientos dieron fama y sobrenombre a la población. Para ver molinos moliendo hay que ir a Noceda del Bierzo. Visitábamos hace pocos días los viejos molinos en el barrio de Río, admirados de tanta hermosura un grupo de profesores de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (Uned), caminando entre nogales y cerezos junto a la poderosa corriente de agua clara y el espacio preparado para enriar los mañizos de lino que, secados en las eras y descortezados, serían entregados al poder de las mujeres, expertas en el cardado, el espadar y el gobernar los telares: el cerro para los manteles, para las sábanas de arriba, para las servilletas y para las blancas camisas de la flor del lino, la estopa para las sábanas de abajo, las tascas para las quilmas. Aunque Noceda es uno de los primeros pueblos que disfrutó de luz eléctrica en el Bierzo. Para ir al molino había que ir con farol y galochas por las sendas de piedra y tierra bordeando el río, generalmente de noche y por reglado turno. Los mozos, siempre dispuestos a ir al grano (nunca mejor dicho) no necesitaban farol y cantaban aquello de «a la luz del cigarro/voy al molino/si el cigarro se apaga, morena/vamos al río». Luego vino la fábrica en el Mouro con su atrevido salto de agua que les fue quitando el protagonismo y la molienda a los molinos que sufren a continuación una larga decadencia y olvido. Hasta que la Junta Vecinal de esta localidad los fue rescatando del abandono, como han hecho también con el lagar del Alvarico o el horno de las Felisas. Destacaba entre todos el molín de Ampuero, que además de su correspondiente infierno, tolva y rodezno, era capaz de cerner la harina como una máquina. Un molino así no lo hay en Ponferrada, pero sí sería posible, en la plaza de su nombre, un encuentro de piedra y agua, un apunte quizá, que pueda sugerir la imagen del molino a quien nunca lo haya visto o recuerde que en aquel lugar palpita la historia viva de la Puebla artesana y pimentera.

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