LA TRILLADORA
Vocación para la Ciudadanía
A LA hora de enjuiciar el salario de un trabajador, deberíamos siempre tener en cuenta el tipo de labor que desempeña, su capacidad para desarrollarla y su rendimiento. Atendiendo a estos parámetros, podríamos posteriormente evaluar si el sueldo que percibe está en consonancia con ellos, se excede o, por el contrario, estaría infravalorado. Y ésto podría aplicarse a nuestros gobernantes. Y así, cifras que a primera vista se antojan desorbitadas, acabarían encajando en el puzzle financiero de las distintas administraciones que todos -o buena parte de nosotros- soportamos con nuestras rentas y el pago de impuestos; y a la vez, sucedería que otros guarismos teóricamente mesurados, al final se situarían en el terreno de la desproporción. Lo que ocurre es que en la política pasa un poco como en el fútbol, donde los jugadores, ganen, pierdan, marquen muchos o pocos goles, cobran su ficha íntegra. El político, gobierne bien o mal, tiene su 'ficha' garantizada durante cuatro años. Y claro, el común de los trabajadores, como no rindan, se pueden quedar sin ficha en cualquier momento, viéndose obligados a buscar otro club en plena temporada, lo cual no deja de ser lógico atendiendo a la dinámica empresarial. Es curioso; aquel que a las primeras de cambio se puede quedar sin curro , puede llegar a ser el mismo que mantenga en el sillón durante cuatro años a quien no está capacitado para gobernarle, sabiendo que su rendimiento será deficiente. Pero claro, ¿dónde están los filtros para el acceso a los puestos que deciden los destinos de un municipio, una comarca, una provincia, una autonomía, un estado? Y desde luego que con esta pregunta no estamos sugiriendo que quien quiera meterse en política deba tener dos carreras, otros tantos másteres y un doctorado; pero sí es lícito y básico reivindicar que, al menos, quien se erija en representante del pueblo ostente la condición, cualidad o virtud de la vocación de servicio a los ciudadanos. ¿Qué les parecería, pues, desde una óptica docente, que a nuestra clase política se le impartiese durante el mandato la asignatura de «Vocación para la Ciudadanía»? No parece mala idea el reforzar a sus agraciados poseedores, además de cultivar a los carentes en estas sanas y cívicas vocaciones. Así, más de uno, al más puro estilo del gran Coco el de Barrio Sésamo, aprendería la diferencia entre «Vocación para la Ciudadanía» y «Vacaciones a costa de la Ciudadanía».