Diario de León
Publicado por
JOSÉ ÁLVAREZ DE PAZ
León

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ESPAÑA ya está acostumbrada a progresar con los inmigrantes, sin cuya aportación no sería posible este crecimiento económico de los últimos años. Un retornado de lujo es don Rodrigo Rato, político y economista bien educado, exponente de una derecha homologable al entorno democrático europeo. Regresa tras haber lidiado con suerte desigual el FMI, criticado por algunos por no haber prestado suficiente atención a su tarea, reconociendo otros que trabajó bien renegociando la deuda de Argentina, por ejemplo. No sabemos si vuelve para ejercer de político, de hombre de empresa, o para dedicarse a entrambas actividades, en cuyo último caso sería bueno que leyera el opúsculo de Kant, Sobre la paz perpetua, donde el matrimonio entre política y dinero aparece como una mezcla explosiva. Viene de estar muy cerca del dios mamón y eso le otorga una aureola envidiable, «cosa excelente es el oro», dijo Colón. Podríamos añadir que su llegada está siendo gloriosa. Lo normal sería en una cultura milenaria con profundas raíces católicas, que el haber estado tan íntimamente ligado al dinero al máximo nivel pusiera a uno bajo sospecha, que aquí protestantes no somos, pero está claro que nuestra sociedad adora al dinero tanto como Cristóbal Colón de Carvajal. Siendo la política el arte de lo posible, no como el arte en si que aspira a la perfección absoluta, el libro de Kant debería ser de lectura obligada, lo que llevaría al político a dejar esa clase de ambiciones para otros, optando él por tener más autoridad que poder y usando la política como una herramienta al servicio de la felicidad ajena, comportamiento que, aunque muchos digan lo contrario, subsiste y de ello sigue habiendo ejemplos en todas las formaciones políticas, sin que falten reincidentes expertos en estar contentos mientras sus electores andan tristes y disgustados, como ocurre, sin ir más lejos, en el PSOE en Ponferrada, ante la permisividad o la colaboración de diversas instancias del partido. Patrimonialización de la actividad pública que llega al exceso de la transmisión de la taifa por actos inter vivos, con malos resultados electorales sobrevenidos. Ese modelo donde el control estanco de las banderías berberiscas impone el voto cautivo y acrítico de los leales frente al debate creativo y la participación de militantes y simpatizantes, sin que los responsables dejen de estar contentos, es una desviación que los electores castigan sobre todo en el ámbito de la izquierda.

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