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Publicado por
MANUEL CUENYA
León

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A UNO, COMO berciano, le sigue sorprendiendo el principio de realidad en que se asientan nuestros paisanos. El berciano es, por lo general, un ser que tiene los pies en la tierra, que vive sin complicarse la vida, de un modo sencillo, lo que no quiere decir simple. Un ser que no construye castillos en el aire, que disfruta el día a día, que trabaja y vive sin comederos de cabeza. Un ser que a lo mejor nunca ha leído un libro en su vida -ni falta que le hace-, pero que tiene mayor lucidez mental y pragmática que un pitagorín, puesto que sabe buscar el garbanzo mejor que nadie, y es capaz de sacarlo de debajo un pedregal. Creo que no resulta fácil vivir según un principio de realidad, porque a menudo las ilusiones, a modo de matorrales, nos impiden ver el bosque. Siento admiración por el berciano que no suele complicarse la vida con ideas extrañas, con proyectos quijotescos, y que por el contrario acostumbra a vivir como buen Sancho, aferrado a su terruño, con las miras puestas en lo que hay de real, y no en lo cree que podría haber. En el fondo, se vive mejor y con menos problemas cuando uno acepta la realidad, cuando uno sabe quién es, de dónde procede y adonde quiere ir. Confieso que me cuesta centrarme en este principio de realidad, y prefiero imaginar realidades/irrealidades, vivir en una nube ensoñadora, a veces grisácea, porque la vida tal cual es no da para tanto, por muy real que esta sea, o quizá porque es tan real y tan cruda que a uno le asusta. Un poco de fantasía y sueño, aunque sean a través de algún arte, le vienen bien al individuo. Se me hace difícil aceptar esta vida, que por momentos se vuelve monótona y cruel, tanto como el propio ser humano, que se muestra irracional y sobrevive como animal zampándose a sus congéneres. Una vez más se impone la selección de las especies, aunque en los últimos tiempos estamos asistiendo a algo novedoso: ahora no es el más inteligente quien mejor se adapta, y quien logra más éxitos, sino que es más bien el hombre-masa, el mostrenco, el desinteligente, aunque trepa y pelotero, quien se alza con las glorias, véanse tipos como el presidente gringo, o bien el ex presidente 'Asnarín', que en tiempos platónicos no hubieran aguantado más allá de dos asaltos dialécticos. Pero la realidad se impone como una apisonadora. Por fortuna, el berciano es un ser que se adapta, propicio para convivir con la esencia, y no tiene por costumbre plantearse cómo cambiar el mundo con ideas extravagantes.

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