Entre la sospecha y la realidad
Los vecinos de Corullón no saben lo que significa la palabra xenofobia. La realidad es terca y nadie da una queja. No hay roce con los búlgaros, pero ningún lugareño pone pegas a su comportamiento. Ni un altercado. Por ahora. Acaso algún mosqueo por la alta concentración frente a la fuente de la parte alta del pueblo que lo mismo emplean para abastecerse de agua que para lavar la ropa. La compasión es también patente. Hay quien critica al que les ha alquilado chabolas infames por 250 euros. Pero lo que sí está muy latente es el resquemor y la sospecha de lo que pueda ocurrir si los que no disponen de permisos de trabajo no lo arreglan y siguen sin ocupación y sin ingresos. «El dinero se acaba y a ver de que van a vivir. Hay que darle de comer a los niños...», aventura suspicaz un vecino.