Resaca al final del verano
ENTRE vacaciones y fiestas varias anda uno como resacoso. Pero mejor andar de fiesta que no de entierro, asegura el saber popular. La Encina, al menos, dio algo interesante como el Jurassic rock, en el que vimos a extraordinarios grupos imitar a Janis Joplin, Led Zeppelin o Los Doors (vaya pasada los imitadores de éstos últimos, el cantante parecía un clon de Morrison) y la actuación de grupos como Ithaca o Madisson. Y en El Cristo de Bembibre volvimos a ver a los chicos de Madisson en un concierto en el que me sentí emocionado viendo tocar la batería a Víctor (alias Kai), al que le auguro un gran futuro en lo musical, y una provechosa estancia estudiantil en el Liceo de Barcelona. De momento no deberíamos ponernos estupendos ni trágicos, y asumamos lo que nos toca: vivir, estar en la realidad, que no es poco. Tampoco tiene sentido lo del síndrome postvacacional, salvo que uno se haya tirado a la bartola durante un montón de días, como diría el amigo y colega Sebastián, y no es nuestro caso, pues durante las vacaciones solemos meternos tralla, de la buena, eso creemos. Las vacaciones son maravillosas no sólo para dar vueltas en bici por veredas verdosas de caminos bucólicos, y aun por las calles ponferradinas, sino también para conocer otros mundos, otras gentes, otras culturas, etc., y sobre todo intentar aprender, aprender a vivir como los tuaregs, por ejemplo, aunque estemos en otro contexto, y nuestro tiempo interior sea diferente, como bien me dice mi estimado Keudell, que sabe mucha filosofía, psicología y tantas otras cosas. Uno debe aprender en cada momento, y a la vez debemos buscar ese estado de felicidad, que no consiste en tener y tener, sino más bien en despojarse de todo aquello que no sirve, que pesa como una losa, que impide ver la realidad con claridad, porque como diría el poeta Salinas: el mundo material comienza cuando nos vamos, y «la vida es eso que te pasa mientras estás planeando otras cosas», se atrevió a sentenciar John Lennon. Sirvan estas reflexiones o genuflexiones para adentrase, una vez más, en lo que merece la pena: el afecto, la amistad, el calor humano. El verano dio para mucho, incluso para reencontrarse con aquellos seres queridos, paisanos y amigos, que viven lejos de El Bierzo, que están incluso allende los mares.