Nunca más
SIETE AÑOS ha desde que la ARMH (Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica) inició en El Bierzo, y nos abstraemos de componentes ideológicos, una digna labor consistente en la localización y posterior exhumación de fosas comunes donde descansaban -y todavía descansan- restos de personas ejecutadas, víctimas de la represión franquista. Unos eran republicanos, pero también los había que no tenían ideología alguna, y que, sencillamente, su idea no era otra que tratar de ser un ciudadano honrado, sin entrar en vaivenes políticos. Este domingo, el Vaticano llevará a cabo la beatificación de 498 mártires del siglo XX en España , y también los hay que fueron fusilados, víctimas de la represión republicana al inicio y durante la Guerra Civil. Y entre ellas se encuentra precisamente un berciano, el agustino Benito Garnelo Álvarez, ejecutado junto a otros compañeros de la orden. Sin querer entrar en el debate del número de víctimas en uno y otro plato de la balanza, lo que un servidor nacido afortunadamente en los albores de la Democracia tiene claro, es que uno de los más hondos pesares de la especie humana son los muertos provocados por una guerra entre hermanos, en sentido figurado y en el biológico, pues son múltiples los casos de familiares directos y lejanos que, lamentablemente, se vieron de un día para otro como enemigos, formando parte de uno u otro bando no por convicciones políticas, sino porque, sencilla y trágicamente, «les tocó», convirtiéndose en actores de una contienda fratricida producto de la sinrazón, como todas. Ni buenos ni malos, ni ganadores, ni perdedores. Sí en cambio miles y miles de españoles muertos es lo que nos ha dejado, como macabro legado, la Guerra Civil. Y a uno que nació en un pueblo berciano donde sobre todo siendo niño le contaron numerosas historias de « rojos» , « franquistas» y de « ni unos ni otros» , cuando los años van pasando, lo cierto es que, además del profundo respeto hacia el dolor de quienes perdieron a alguno o varios de sus seres queridos, lo que te queda claro es que una guerra civil es una de las mayores tragedias físicas y psicológicas que pueden asolar un país, estado, nación o como se quiera llamar. Recuperar la dignidad de las víctimas, sí; aprovecharse de ello políticamente como algunos miserables hacen, no. Al final nadie ganó, todos perdimos. Que la cordura impere para que no tengamos que volver a perder.