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El equipo recibirá un fijo de 12.000 euros, seis mil si promociona y seis mil más si asciende SILLA BAJA

El Consejo corta el grifo a la Deportiva y supedita su ayuda a los éxitos del club Tarancón-Beltrán

La sociedad contó, en su temporada en Segunda División, con 24.000 euros del ente comarcal

Los jugadores de la Deportiva celebrando el ascenso a Segunda División en junio del 2006

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C. Fidalgo JOSÉ ÁLVAREZ DE PAZ - ponferrada
Ponferrada

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Sin éxito no hay dinero. El Consejo del Bierzo anunció ayer que la cuantía de la ayuda que concederá esta temporada a la Deportiva Ponferradina dependerá de su posición en la tabla clasificatoria. El equipo de fútbol de la capital berciana, que recibió 24.000 euros de la institución comarcal durante su reciente campaña en Segunda División, volverá a contar esta temporada con la misma cifra sólo si asciende. Así lo anunció ayer el presidente comarcal, el socialista José Luis Ramón, que reconoció que si el Consejo todavía no ha aprobado la subvención, como ya ha hecho con las cantidades que entrega a otros clubes deportivos y asociaciones culturales, es porque todavía no ha zanjado el asunto con la directiva del equipo. La intención del Consejo del Bierzo es entregar un fijo de 12.000 euros al club blanquiazul. Añadir 6.000 euros si el equipo consigue clasificarse para la fase de promoción a Segunda División, y otros 6.000 euros si finalmente asciende y recupera la categoría perdida en la la Liga de Fútbol Profesional. Otros tres clubes deportivos de la ciudad ya tienen confirmadas las ayudas que les entregará el Consejo del Bierzo esta temporada. El Club de Baloncesto Ciudad de Ponferrada recibirá 2.500 euros. La misma cantidad reservará el Consejo para el Club de Baloncesto 6,25, y otros 2.500 euros irán destinados a financiar al Club Deportivo Futbolistas Veteranos, tras el informe favorable de la Comisión de Cultura para su inclusión en el presupuesto comarcal del año 2008. INSTITUCIONES DIVERSAS, casi todas de la Comunidad Valenciana, vienen celebrando este año el centenario del nacimiento de Vicente Enrique Taráncón, presidente de la Conferencia Episcopal cuyo apellido aparecía por las pareces de toda España rimando con paredón. Eran autores de aquellas pintadas los anticlericales de derechas, herederos de aquel diputado de la democracia cristiana que exiguió en el hemicilio cambiar la doctrina social de la Iglesia, especialmente las cartas Encíclicas de León XIII. Llama poderosamente la atención el silencio de la Conferencia Episcopal española en torno a esta efeméride que recuerda, desde el Conseil Valenciá de Cultura y el Ayuntamiento de Burriana entre otros, al cardenal que «marcó un antes y un después en la Iglesia de España» y que lideró durante toda una década a los obispos en tiempos difíciles, cuando Tarancón apostó por la democracia, recordemos su homilía en la coronación de Juan Carlos, llamando a la guerra civil por su nombre y retirándole el de «cruzada». Siendo obispo de Solsona y secretario de la Conferencia de metropolitanos residía a tiempo parcial en Madrid en un pequeño chalet de la colonia de El Viso, junto con otros cinco sacerdotes, seleccionados por el cardenal Herrera Oria, figura muy influyente en la España de entonces, para dirigir la Iglesia cuando llegara la democracia, según la teoría aristotélica de que han de gobernar los más listos y los mejores. Nada menos que Juan José Rodríguez Ugarte, José María Osés,José María Guix Ferreres, Alejandro Sierra de Cózar y Francisco Beltrán Beltrán. Era Beltrán responsable de los asuntos sociales y movimientos obreros emergentes en la Conferencia Episcopal y alumno de Fraga y otros ilustres profesores de sociología en el Instituto Social León XIII. Puedo asegurar que los cinco electos eran, en efecto, listos y buenos, pero en ambos dominios es dificil que nadie pueda superar al expárroco de San Antonio de Ponferrada. También es cierto que todos ellos le salieron rana al cardenal Herrera, lo que merecería columna aparte. Pero esto se escribe hoy porque fueron famosos entonces los vivos debates entre Beltrán y Tarancón en las postcenas. El obispo dormía en la habitación de al lado y se escuchaba hasta la madrugada la máquina de escribir de aquel prelado del que dijo Juan XXIII que «escribía mucho», pero estuvo dieciocho años confinado en Solsona por el veto del gobierno de Franco. Como es inevitable siempre que dos amigos polemizan, el pensamiento de Beltrán impreganaba aquellas cartas pastorales que tánto agradaban al Papa bueno.

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