Diario de León
Publicado por
MANUEL CUENYA
León

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CORSARIO, QUE NO pirata, es el nombre del grupo de teatro vallisoletano que tan buenas emociones nos ha procurado en los últimos 25 años. Es un lujo que en nuestra comunidad, yermo cultural, haya una «tropa» de teatro con tal envergadura escénica, cuyo capitán es Fernando Urdiales, un médico con vocación teatral, que ha llegado a ser uno de los mejores directores de teatro de este país, montando en ocasiones, casi siempre, obras arriesgadas, donde la locura forma parte de la esencia de sus puestas en escena. No cabe duda que la locura, en todas sus variantes psicopáticas, da mucho juego teatral. El teatro como arte terapéutico. A los pacientes, en vez de psicofármacos, se les administran buenas dosis de teatro-terapia en algunos hospitales franceses. Incluso los «enfermitos de la psique» llegan a representar sus «psicosis» en festivales de teatro. Algo parecido a lo que vemos en ese documental-ensayo, Monos como Becky, de Jordá. Se nota que Urdiales -a quien vimos hace algún tiempo en el Centro Cultural de Caja España de Ponferrada- conoce bien el mundo psiquiátrico. No en vano, este director teatral, leonés cuando está en León y vallisoletano cuanto está en Valladolid, aclara él mismo, se ha atrevido a montar espectáculos basados en obras tan potentes y transgresoras como Para acabar con el juicio de Dios de Artaud o Insultos al público del austríaco Handke. Handke ha colaborado en películas con el director alemán Wenders. Fue el coguionista de Cielo sobre Berlín, una singular y lírica mirada acerca de la ciudad incomunicada por el muro. Hace poco veíamos, en el Teatro Bergidum, Los locos de Valencia. Con esta obra Corsario vuelve a los clásicos, que tanto entusiasman a Urdiales, sobre todo Calderón de la Barca, aunque sus puestas en escena resulten innovadoras en su reinterpretación desenfadada de lo clásico. Aunque no he podido ver el montaje basado en la obra de Artaud, me late que será chocante, y más después de leer este texto bestial y demoledor, que escribiera el tarado/lúcido inventor del Teatro de la Crueldad, fuente de inspiración de teatros contemporáneos como La Fura dels Baus. A propósito de Insultos al público, Urdiales nos confiesa que al final eran los espectadores quienes, en cada función, acababan insultando a los actores-corsario, lo que le hizo dar un giro a su teatro con el fin de meterse al público en el bolsillo.

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