Las entrañas de la vieja Compostilla
La sede de la Fundación Ciudad de la Energía estará concluida en mayo, con ocho semanas de retraso, tras solventar los problemas en el forjado de su antigua estructura
No han sido los nuevos revestimientos de techos y puertas realizados con cáscara de almendra. Ni los paneles aislantes de reciclado de papel. Ni las ecoresinas de los vidrios de las mamparas interiores. Han sido los fallos en el primitivo forjado de la estructura del edificio, que el pasado verano retrasaron ocho semanas las obras de la sede de la Fundación de la Energía y obligado a invertir 200.000 euros de más para reforzar los puntos débiles con fibra de carbono, lo que ha llevado a aplazar al mes de mayo la conclusión de la rehabilitación del Edificio de Mandos de la antigua central térmica de Compostilla I. Habría sido más barato construir un edificio nuevo, pero el director general de la Fundación, José Angel Azuara, que ayer dirigió una visita guiada a las obras para la prensa local, reiteró que la vieja térmica «es un icono para la ciudad» y su Edificio de Mandos merece ser conservado. El mismo criterio se aplicará a la hora de restaurar la central propiamente dicha como espacio del futuro Museo Nacional de la Energía. De momento, y para evitar que se repita el problema detectado en la estructura de las antiguas oficinas, la Fundación ya ha contratado por 45.000 euros la redacción de un estudio que permita verificar la solidez de las viejas naves de turbinas y calderas de la central para saber si se pueden rehabilitar por completo, o es necesario proceder a su demolición parcial. Sólo entonces comenzará a reformarse para albergar el museo. El estudio no sólo analizará las construcciones, también incluirá un análisis geotécnico del terreno para comprobar su consistencia. A la espera de lo que suceda con la antigua central, la sede de la Fundación, de 4.500 metros cuadrados, comienza a tomar forma. El inmueble estará coronado por un amplio atrio central abierto en sus plantas cuarta y quinta, que contará con iluminación cenital natural y una grada-escalarea que servirá de improvisado anfiteatro para proyecciones. Es la estructura de esta zona donde Azuara y el arquitecto responsable de la reforma, Jorge Suárez, mostraron los refuerzos de fibra de carbono en el forjado de la primitiva estructura de hormigón. Por lo demás, el edificio reúne los últimos adelantos con colectores solares para generar hasta el 40 por ciento de la energía necesaria para la calefacción o el aire acondicionado, dos calderas alimentadas con biomasa y un sistema de difusión del calor mediante un suelo radiante a baja temperatura, que minimiza las pérdidas. La maquinaria necesaria para que el edificio funcione se encontrará en un cubo enterrado en la zona trasera y con una cubierta plana de vidrio transitable que enseñará a trabajadores y visitantes las entrañas de los distintos elementos. El hueco del gran cubo estaba ayer ocupado por una gran charco de agua que deberá analizarse por si tuviera elementos contaminantes antes de su retirada.