SILLA BAJA
La formación profesional
REPETÍA el candidato Pizarro que sin un crecimiento del 3% es imposible crear empleo, olvidando las expectativas de los rápidos cambios de la tecnología actual, los nuevos mercados abiertos y la globalización, las nuevas formas de automatización de los procesos industriales, el control numérico por computador, los simuladores y otras novedades que disminuyen los riesgos laborales, los costes de desarrollo y mantenimiento. Reconocía el candidato Solbes que nuestro índice de competitividad crece, pero no lo suficiente. Añadía Pizarro que si hay crecimiento hay empleo como si existiera entre ambos conceptos una relación mecánica, como si el crecimiento por sí mismo creara empleo, lo que desmienten las empresas multinacionales cuando alzan el vuelo en tiempos de bonanza económica, huyendo del modelo social europeo. Pensaba yo en los tiempos heroicos de la Escuela Sindical Virgen de la Encina de Ponferrada, donde los maestros de taller hacían milagros con medios escasos y alumnos muchos de ellos desmotivados. Pudimos comprobar 25 años después, en una convivencia de antiguos alumnos y profesores, que muchos de aquellos habían llegado a lo más alto en el mundo de la empresa o la docencia. Entonces era la pariente pobre la Formación Profesional y hoy también lo sigue siendo, se le dedican pocos recursos al punto de que asociaciones empresariales como Clúster del Naval gallego, apuestan por una formación complementaria, más ajustada a las necesidades de las empresas. Mi amigo Manuel Montenegro, empresario y educador, consultor de una empresa norteamericana líder mundial en el sector desde hace 30 años, asegura que una máquina fresadora de cinco ejes y simulador incorporado, lo más parecido a la mano del hombre que Aristóteles definía como «instrumento de los instrumentos», es infrautilizada en la industria de los países desarrollados, en el mejor de los casos al 30% de su capacidad, por empresarios que lanzan sus redes de arrastre en los nuevos yacimientos de empleo, ahora les llaman nichos de negocio y empresas tractoras, sin la paciencia necesaria para dedicar un tiempo a la readaptación profesional de sus trabajadores. Así es difícil competir por los mercados emergentes, aunque dispongamos de las mejores máquinas, diseñadas a la medida de jóvenes que crecieron con los videojuegos. Si ni siquiera en los debates electorales se dedican unas palabras a la FP, poco puede crecer nuestro comparativamente bajo índice de competitividad, ante la necesidad de adecuar las industrias al reto de las nuevas tecnologías.