Diario de León
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ESTER FOLGUERAL
León

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CASI siempre volvemos sobre los mismos pasos, y sobre los primeros caminos que recorrimos, aunque el pueblo que nos vio no sea ya el de entonces. Ahora tiene un Hospital Comarcal, y un Hogar 70, un instituto, un centro cívico , y hasta piscinas municipales. Algunos de estos edificios están sobre lo que fueron terrenos comunales, en la Dehesa donde pastaban las vacas, donde las ranas nos vigilaban desde la Fuente del ojo. Por su proximidad a Ponferrada, ha visto multiplicarse sus viviendas, su población y sus servicios. Primero se eliminaron jardines para hacer cómodas aceras, luego huertos para hacer más casas. Ahora es un barrio urbano, y por más que alguna burra aún paste en el prado, lo rural ya no existe. Estos días celebran la Semana Cultural de Fuentesnuevas, con exposiciones y obras de teatro. Teatro que realiza la Asociación de Pensionistas y los niños de la Asociación los Duendes de la Cogolla. Y hacia la Cogolla hay que dirigir los pasos si uno quiere reencontrarse con caminos libres de cemento y construcciones. Aún quedan allí terrenos comunales de un pueblo que se rige por el mismo sistema de todas las comarcas leonesas, los antiguos concejos abiertos, ahora juntas vecinales. Las poblaciones se han desplazado en esta comarca desde hace milenios. Desde las colinas se bajó a los llanos por distintas causas y en distintas épocas. Una de ellas fue el Camino de Santiago. Por eso, los arados han encontrado a menudo huesos y piedras trabajadas por el hombre en cualquier cerro. Como en el antiguo Naraya, pueblo que existió en lo alto de la cuesta de la Iglesia, en Fuentesnuevas, y que a comienzos del XVI estaba ya despoblado, aunque su iglesia permaneció hasta el XIX. Hace 100 años, cuando el pueblo tenía 357 habitantes, también pasaban peregrinos por la calle Real. Vieron casas tradicionales del Bierzo, de adobe y corredor volado, con bodegas, y a veces lagar, en la planta baja. Esas casas han ido desapareciendo, y en esa calle, que es Camino de Santiago, no se ha respetado la arquitectura tradicional. Es una manera distinta de despoblar el lugar de nuestra memoria. El cómodo presente y sus beneficios, que no escucha el pasado ni se responsabiliza del futuro. Urbanizando demasiado, y eliminando gran parte de lo que había y formaba parte de nuestra identidad, de nuestra memoria. «Disminuir mucho la memoria es disminuir mucho el alma», dice Umberto Ecco. Hay quien tiene el alma errante, pero, aún así, busca siempre las mismas líneas en el horizonte, el primer escenario, las huellas de los primeros pasos, cada vez más difíciles de ver.

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