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Publicado por
FERMÍN LÓPEZ COSTERO
León

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SAN JUAN Evangelista fue uno de los apóstoles preferidos de Jesucristo. De hecho, asistió a la Transfiguración (revelación de la naturaleza divina de Cristo) y, en las representaciones de la Última Cena, siempre aparece con su cabeza apoyada en el pecho del Mesías. También acompañó a la Virgen María en el Calvario, donde Jesús le dijo aquello de «Ahí tienes a tu Madre» (y buena la armó Jesucristo, porque algunos novelistas avispados, especialistas en best-sellers, y algunos periodistas noctámbulos y con ganas de enredar ?como diría Rajoy? han acabado deduciendo que San Juan y Él eran hermanos). Según la tradición, San Juan era pescador y residía en la ciudad jónica de Éfeso; pero, tras la crucifixión y resurrección de Cristo, fue llevado a Roma, donde sufrió algunos percances (eufemísticamente hablando). En una ocasión fue arrojado en una caldera de aceite hirviendo y, en otra, se vio obligado a beber de una copa envenenada. Pero, gracias a su fe, salió ileso de ambas experiencias. Incluso llegó a vivir muchos años, pues falleció en el 104, en tiempos del emperador Trajano. En Ponferrada, el día de Viernes Santo, San Juan ?San Juanín? volvió a sorprender a todos los presentes. Fue justo cuando la procesión del Encuentro llegaba a su punto culminante, en la Plaza de la Encina. De repente, y ante la mirada atónita de cientos de fieles, la imagen del Evangelista, visiblemente horrorizada, saltó de su peana y acabó estapinándose contra el pavimento. Al parecer, venía prestando atención a la conversación que mantenían un par de fieles, a propósito de las polémicas declaraciones del arzobispo emérito de Pamplona, Fernando Sebastián Aguilar, en el tradicional «Sermón de las Siete Palabras» de la Semana Santa de Valladolid. Monseñor Sebastián acababa de proclamar la rotunda oposición de la Iglesia católica a la eutanasia, al defender que la muerte de Cristo en la cruz fue «absolutamente digna», a pesar de que «no tuvo cuidados paliativos». Sus palabras hacían referencia también al caso de la maestra francesa Chantal Sébire, pero Su Ilustrísima no tuvo en cuenta que Jesucristo murió ajusticiado, por no decir asesinado; con lo cual, dio a entender algo terrible: que la Iglesia considera dignos el ajusticiamiento y el asesinato. Dicen que la imagen de San Juanín no presenta daños de consideración y que pronto será restaurada. Peor lo tienen los católicos: de ahora en adelante, ni una aspirina. Y al dentista, sin anestesia.