Política interior
ENFRENTARSE a la administración más poderosa del mundo, retirando las tropas españolas de Irak, fue un acto de coherencia política que los españoles supieron valorar en las urnas. Creo también que cuando el Dalay Lama ofrece a China el dominio de la política exterior quedándose él con la política interior, seguramente piensa que lo que decididamente puede cambiar la vida de los ciudadanos es la política interior; tiene más mérito incorporar a los ciudadanos a una política que intenta salvar vidas en la carretera o en los locales libres de tabaco, o que entiendan, como los ciudadanos budistas de Bután, que cazar o pescar o talar árboles son acciones insolidarias. La educación es la política con mayúsculas. También es cierto que no quedó claro en los debates de campaña por qué algunos alimentos básicos han subido más en España que en Portugal, por ejemplo. Parece evidente que anidan y operan con bastante libertad aquí grupos que hacen su agosto, a pesar de que tenemos la ley de protección de los consumidores y usuarios más avanzada, con inversión de la carga de la prueba, pero se estruja a los ciudadanos de forma abusiva y notoria, sin que seamos capaces de ponerle el cascabel a ese gato garduño de las publicidades engañosas, tan eficaces que, con las tarifas más caras de Europa, tenemos más líneas de teléfonos móviles que personas. Si los ciudadanos les fuera rentable ganar los juicios contra esas malas compañías, estarían bloqueados, si muchos no lo estuvieran ya, todos los juzgados de España. Sabemos que la marcha de la economía global y el control de ritmo de sus ciclos no entra dentro del campo de maniobra de un gobierno concreto, pero sí el funcionamiento razonable del servicio público de la justicia, de la sanidad pública, de la educación, el control de la publicidad engañosa, de las prácticas contrarias a la libre competencia o las que consuman pícaros cuyo objeto de deseo son los pensionistas de la tercera y cuarta edad que pagan al contado y sobreviven a esos bufés libres con más peligro que el coto especial de pesca para jubilados donde, como dijo el poeta, no se puede llamar caminos a los surcos del azar. En cuanto surta sus efectos la prometida subida de las pensiones mínimas, ese mercado en expansión hará que algunas empresas del sector inmobiliario, forradas en tiempos de vacas gordas, reclamen ayudas públicas para cambiar de ramo y encaminar sus pasos hacia ese nuevo El Dorado.