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ESTER FOLGUERAL
León

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ESTOS DÍAS se está vacunando en nuestra comarca a las niñas de 14 años para prevenir el cáncer de cuello de útero. Es una medida preventiva para reducir el riesgo de infección por virus de papiloma humano, que está presente en todo cáncer de cuello de útero. Aunque no toda persona que tenga este virus desarrolla un cáncer. Al igual que el del herpes, el papilomavirus se inserta en el ADN del tejido que infecta y puede estar allí latente durante años sin manifestarse de ninguna forma visible. En las relaciones sexuales se puede estar transmitiendo el virus sin saber que se tiene. Es pues, una medida preventiva muy importante, sobre todo frente a las cepas más virulentas. La palabra cáncer aún nos asusta. Nadie al que alguna vez se le haya diagnosticado puede olvidar la turbulencia emocional sentida, porque es alta la mortandad, y aunque ha aumentado la supervivencia de los pacientes con cáncer, siempre habrá un antes y un después en la vida de alguien que alguna vez tuvo ese diagnóstico. El miedo siempre nos viene de lo desconocido, y el cáncer sigue teniendo una causa desconocida. Sabemos sólo que algunas células se vuelven rebeldes produciendo alteraciones en el material genético celular. Lo que sí conocemos cada vez más, gracias a la ciencia, son los factores de riesgo, que son múltiples, y desde ahí podemos aumentar la prevención. La visión holística de la enfermedad contempla los sentimientos, las emociones, como factor de riesgo, y es que la angustia, el estrés, la depresión, influyen en el sistema inmunológico debilitándolo, y por lo tanto nos hacen más propensos a enfermar. Sin embargo, la sensación de seguridad, de confianza en nosotros y en la vida, de alegría, fortalecen nuestro sistema inmunológico. La protagonista de la película Cosas que nunca te dije , de Isabel Coixet, dice en una escena que le parece injusto que unas personas tengan fe y otras no -no se refiere a la fe religiosa-. En un mundo que rueda siempre sobre un equilibrio entre orden y caos, lo cierto, es que hay personas sin fe que viven en el miedo y en las amenazas, o en un desapego fatalista, mientras que otras con fe, viven en la confianza de que siempre se puede hacer algo, que es mejor sumar que restar o excluir, que el conocimiento es valiosísimo, que la ciencia es tan necesaria como el humanismo y el ecologismo, y que aunque el progreso tecnológico, por ejemplo, descoloque pautas antiguas, o el cambio climático altere lo existente, siempre inventaran nuevos modos, serán creativos en un mundo tan cambiante e impredecible.