Diario de León

| Crónica | Susto en el vecindario |

Bembibre amanece indignado

El matrimonio que sufrió el intento de extorsión deja su casa para descansar con sus hijos mientras la villa amanece asombrada y se pregunta por el atrevimiento de los secuestradores

Clientes del bar Lara II, situado frente a la vivienda del industrial

Clientes del bar Lara II, situado frente a la vivienda del industrial

Ponferrada

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El matrimonio de Bembibre secuestrado durante una noche en su domicilio de la calle Quevedo se recupera a estas horas del susto con sus hijos, fuera de una localidad que ayer amaneció indignada al conocer las horas de angustia que sufrieron Paulino A.R, y su esposa Irina, a quienes los secuestradores brasileños pidieron 350.000 euros, y asombrada por la osadía de los dos encapuchados. «¿Cómo podían pensar que algo así les podía salir bien?», se pregunta Sara detrás de la barra del Bar Lara II mientras sirve a los parroquianos de un establecimiento que está situado justo en frente del portal donde reside el matrimonio. En el vecindario conocen más detalles del suceso tras escuchar lo que ha contado la pareja y aseguran que Paulino pidió el dinero al banco para sus hijos, pero no le creyeron. «El banco llamó a los hijos para comprobarlo y fue cuando avisaron a la Guardia Civil», añade la camarera del establecimiento, que fue testigo de la llegada de las patrullas de la Benemérita, y de la salida del matrimonio a media mañana para ser trasladados en ambulancia al centro de salud. «Miedo ninguno», dice en el portal del número 21 Iván Quintana, que vive con sus padres en el primer piso y está convencido de que los secuestradores iban a tiro fijo, aunque no . «Sabían que tenían dinero, a mi casa no irían», comentaba minutos antes, y en la misma calle Lope de Vega por donde huyeron los secuestradores, un jubilado que pasea junto a un grupo de amigos y que no da su nombre. «Estamos preocupados, por supuesto», asegura en un establecimiento comercial cercano su dependienta, que prefiere no dar su nombre por prudencia. «El trabajo lo tiene que hacer ahora la Guardia Civil», añade. «En Bembibre hay poca vigilancia por las noches», comenta otra vecina de una de las calles que une Quevedo y Lope de Vega. Tampoco quiere dar su nombre. El suceso ha salpicado algunas webs informativas locales de comentarios de todo tipo, algunos teñidos de cierto tinte xenófobo en un pueblo que presume de integrar a sus inmigrantes, especialmente a los de habla portuguesa como los caboverdianos. Los siete carpinteros portugueses que a ultima hora de la mañana llenan una furgoneta con matrícula extranjera en la calle Lope de Vega, no han notado mayor suspicacia por su acento, aunque son reacios a dejarse fotografiar para este periódico. Los siete trabajan en una obra en Bembibre, viven en un piso alquilado al mismo industrial que sufrió el intento de secuestro y en el mismo edificio por el que presuntamente salieron los dos brasileños buscados por la Guardia Civil tras atravesar el patio interior ocupado por garajes que lo separa de la calle Quevedo. Saben que los dos secuestradores tenían acento portugués, y mientras se preparan para pasar el fin de semana con sus familias en Oporto, no tienen inconveniente en hablar. «Nosotros somos gente seria. En Portugal hay mucho cabrón, pero como en todas partes», asegura uno de ellos, maleta en mano, y desconociendo todavía que la nacionalidad de los dos buscados es brasileña.

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