Diario de León
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ESTER FOLGUERAL
León

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LOS HUERTOS de ocio urbanos se han extendido desde hace años tanto por ciudades europeas como españolas. León los tiene en la Candamia, y también los hay en Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Málaga, Vigo, Lugo, y ciudades más pequeñas. Suelen pertenecer a los ayuntamientos, que los alquilan por precios simbólicos para pagar el agua, los abonos, las herramientas comunes y hasta las plantitas. Es un alquiler por dos o tres años, y con lista de espera, pues aunque en principio estaban destinados a jubilados y desempleados, ahora hay jóvenes que también los demandan, bien porque no tienen recursos o por afición. Y se juntan personas que procedían del medio rural con urbanitas que han de aprenderlo todo, y se dan relaciones de aprendizaje, de intercambio. Lo cierto es que es una actividad a la vez lúdica y productiva, en parcelitas de 50, 100 ó más metros cuadrados, que mejora la calidad de vida tanto por el ejercicio físico y el contacto con la tierra y la naturaleza, como por la relación con los compañeros y la producción y consumo de alimentos sanos. Muchas de estas iniciativas surgieron gracias a la Agenda Local 21, y siguen criterios, además sociales, medioambientales, como promover las técnicas de producción agrícola ecológica, o conservar la tierra en entornos urbanos. Y la producción nunca es para la venta, sino para consumo personal. Tal como se está poniendo la cesta de la compra, lo que empezó siendo ocio puede ser una ayuda para los más desfavorecidos. En las ciudades hay gente que en sus balcones no tienen plantas ornamentales, sino hortalizas en macetas, tomates a unas alturas donde no les alcanzan las plagas. En la exposición de fotos antiguas de Ponferrada «El tiempo congelado», se aprecia en las panorámicas generales una ciudad rodeada de huertas y tierras de labor, donde se cultivaba tanto el cereal o la vid como el pimiento o el garbanzo. Y paseando por la orilla del Sil, en la que aún sobreviven algunos huertos, soñé con el mejor homenaje al Centenario de esta ciudad, el de la creación de huertos de ocio en una zona de gran tradición agrícola. No más bloques en los terrenos que aún quedan en el barrio de los judíos, no otras mil viviendas en el Parque de la Juventud, sino un Centro de Educación Medioambiental y pequeñas huertas. Aún se puede mirar hacia el norte sin que las líneas verticales de los edificios cierren el horizonte, cerrando la ciudad sobre sí misma, lo habitual de las que crecen hasta perder los horizontes naturales en los que están inmersas.

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