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Publicado por
CÉSAR GAVELA
León

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EL ASCENSO de la Deportiva hace dos años tuvo muchos efectos beneficiosos. El principal, que hizo posible algo que parecía imposible. Ello nutrió grandemente la autoestima popular. Aquel ascenso curó mucho dolor del fútbol, muy largas frustraciones. Tal vez por eso muchos ya entendimos que el objetivo estaba cumplido, pasara lo que pasara después. Aunque, sí, fue una pena bajar tan pronto. Porque había costado un milenio subir. Tal vez sucedió esto hace dos años: el equipo era de segunda B y jugó en segunda A. No podía con el reto. Curiosamente, al descender, se fue armando un equipo que sí podría jugar en segunda A. Por eso el club anduvo tan sobrado en la temporada última. Era una escuadra segura, que podía ascender. Esa sensación fue manifiesta con la primera eliminatoria. También los blanquiazules tuvieron la ventaja de estar clasificados varias semanas antes, lo que redujo el nerviosismo. Aunque quien sabe si fue peor, pienso ahora. Porque el Alicante entró en el bombo de milagro. Y si esta temporada el equipo era de segunda, la afición fue de primera. Porque algo muy atávico, muy potente, se ha unido a la Deportiva en estos dos años. El club ha crecido, es otra cosa, y de continuar en esta tensión de aficionados, socios y plantilla, si no se subió este año, se subirá el que viene, o dentro de dos. Ya no será algo milagroso, sino consecuencia directa de una realidad que antes no existía y ahora sí. Es fácil hablar a toro pasado, pero muchos, cuando supimos que el rival era el Alicante torcimos el gesto. Algo histórico y raro nos indicaba que iba a ser muy difícil volver a dejar en la estacada al mismo club que el año del ascenso. También inquietaba pensar que los alicantinos llevaban cuatro o cinco años seguidos intentándolo. Demasiado cruel -de nuevo la crueldad- el que volvieran a quedarse en tierra. Así pasó. La Deportiva, si quieren sus aficionados y socios, si mantienen esa pasión enorme, volverá a subir. Aunque se antoja harto difícil la permanencia. Uno mira el tamaño de las ciudades y las aficiones de segunda, y sólo el Éibar parece romper la lógica. Pero es un club excepcional, enclavado en el mejor vivero futbolístico de España. Lo que no entiendo es lo del Numancia. Menos de cuarenta mil habitantes, y de nuevo en primera. Nos quedamos a dos goles de un Ponferradina-Zaragoza. O de un Celta-Deportiva. En lo que a mí toca, seguiré con curiosidad el paso del Alicante por segunda. Le deseo lo mejor. Aunque no lo tendrá fácil, bajo la sombra del Hércules. Estamos, de nuevo, a cuarenta y seis partidos del ascenso. Y de la permanencia .