Diario de León
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FERMÍN LÓPEZ COSTERO
León

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EL PASADO fin de semana coincidieron en el tiempo, que no en el espacio, el 16º congreso del Partido Popular y la 42ª «Fiesta de la Poesía». El primero se desarrolló en Valencia; la segunda, en Villafranca, como siempre. Nada que ver una cosa con otra, desde luego. Pero Esperanza Aguirre, sintiéndose derrotada, habló de versos. Quizá porque todos los perdedores tienen algo de poetas. Por eso se definió a sí misma como un verso: «El verso suelto dentro del poema», dijo. Pero, al día siguiente, la prima de Jaime Gil de Biedma, el poeta más venerado de la generación del 50, se desdijo: «Un verso que rima con la inmensa mayoría de los votantes del PP», proclamó ante los ávidos periodistos y las no menos ávidas periodistas. Tras el sueño reparador, la lideresa cayó en la cuenta de que solamente había perdido una batalla. Una batalla de una guerra que se intuye larga y de trincheras, en la que, probablemente, habrá que «fusilar» a muchos «traidores» como el despreciable Manuel Lamela (el de las sedaciones del Hospital de Leganés) o nuestro paisano Alfredo Prada, quien, allá por 1996, también fue descartado por Ruiz-Gallardón para ocupar la vicepresidencia de la Comunidad de Madrid, debido a su manifiesta vinculación a Fuerza Nueva. La «Fiesta de la Poesía» de Villafranca y las «Tardes de Autor» que se organizan a lo largo del curso en Bembibre son dos oasis obligados para las caravanas -cada vez más exiguas- de diletantes y para los misteriosos tuaregs literarios que recorren el desierto cultural de nuestra comarca. Hay más eventos a lo largo del año, desde luego; pero, salvo las «Jornadas de Autor» del Instituto de Estudios Bercianos, todo lo demás son espejismos. La «Fiesta de la Poesía» se caracteriza por nadar entre dos aguas (las del Burbia y las del Valcárcel). Es, al mismo tiempo, campechana y solemne, heterogénea y selecta, discreta y colorista. Por su parte, las «Tardes de Autor» resultan más íntimas, más clandestinas; también más peligrosas y excitantes. Los organizadores de la «Fiesta de la Poesía» han anunciado importantes cambios a partir de la próxima edición. Bienvenidos sean. Seguro que lo primero que van a cambiar es esa especie de andamio que montan en la herradura del parque y al que obligan a subir a los poetas. Construido con unos tablones, unos hierros y unos retales de toldo, además de feo, raquítico e incómodo, también resulta peligroso. Antonio Pereira no se sube a ese engendro ni de coña. ¿No se han dado cuenta de que todos los años habla o recita desde abajo, desde el improvisado graderío?

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