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OPINIÓN

A propósito de los moralistas provincianos

Publicado por
WENCESLAO ORALLO
León

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HAY GURÚS provincianos de la ética, con principios de moral católica unos y de moral marxista otros, que acuden al espacio habitual de opinión de los diarios de información provincial manifestando, de manera reiterada, que las indiferentes políticas actuales -las de Zapatero- desincentivan el patriotismo, desprecian las leyes, las instituciones seculares, la historia ¿ y, son desleales, por tanto, con la cultura secular, la lengua y las tradiciones, impidiendo un contexto ético de virtudes ciudadanas. ¡Ahí queda eso! Este tipo de afirmaciones no solo provienen de los voceros de la cultura católica -comprensible por lo que deben representar- sino, ni más ni menos -como diría J. C. Baroja-, por quienes proceden de un pensamiento civil revolucionario, al parecer, de evolución sofisticada. El trecho entre estas cualificadas reflexiones y -por ejemplo- la justificación y defensa del adoctrinamiento infantil en el creacionismo, por cuenta y cargo de los presupuestos del estado constitucional laico y democrático, es uno de los sutiles pasos que -según ellos- deberían darse como ejemplo de moralidad, si es que algunos de estos no estuvieran ya, de hecho, mal consentidos. Los oráculos La lealtad entre los ciudadanos -según tales oráculos de la moral cívica-, se conseguiría mediante la mejor y mayor defensa de instituciones históricas: culturales, religiosas y de lengua. Dicho de otro modo y para España: algunas instituciones históricas feroces y sanguinarias, tales como la iglesia católica, la monarquía absolutista o la imposición exclusiva de un determinado idioma, deberían ser impuestas como ejemplo de virtud ciudadana y de adecuada moralidad. Todo lo que frene o no sea pro-activo a esta defensa histórica nos conduce -según ellos-, a la enfermedad moral, de cuya responsabilidad el gobierno socialista es protagonista. Se olvidan, naturalmente, de que este Gobierno y sus actos están legitimados por la mayoría de los ciudadanos, sobre los cuales, cobarde y sospechosamente, no recaen tales sospechas al no concedérseles, implícitamente, edad moral suficiente. Hay un nexo conductor en este tipo de reflexiones: la negativa a aceptar la evolución social o, lo que es lo mismo, la evolución política, de igual manera que los no tan viejos o actuales intérpretes religiosos monoteístas -salvo honrosas excepciones de alguno de sus teólogos- niegan a estas alturas la evolución de las especies, o mantienen como cierta la literalidad de infantiles textos sagrados a pesar de los imposibles que contienen sus oráculos. Caducos Negar a unas determinadas políticas actuales el derecho a proclamar el espíritu mayoritario de sus ciudadanos, el espíritu de su época (zeitgeist), es tanto como proclamar como fuente de buena moralidad la autarquía nacional asentada en viejos valores y el alejamiento del actual espíritu de occidente y de su dialéctica. De ahí que ciertas opiniones, por reiteradas y caducas y, sobre todo, por pretendidamente sofisticadas, deben ser reprendidas con toda firmeza ética, civil y democrática, no vaya a ser que el privilegio que tienen a ser publicadas pudieran aparecer como excluidas de enfermedad moral, la cual no tienen duda alguna en diagnosticar, sin embargo, en los demás.

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