EL RESPLANDOR
Prostitución
ESTOS DÍAS de atrás, los medios de comunicación nos sorprendieron con la noticia de que en España se gastan al día 50 millones de euros en prostitución. Casi nada. El dato lo aportó, dicen, una supuesta asociación de propietarios de clubes de alterne, según la cual el negocio mueve 18.000 millones de euros al año. Pero, claro, esta es la cifra declarada por estos empresarios, pero, ¿cuánto más hay oculto en dinero negro? Al parecer, las autonomías en las que más se invierte en fornicio mercenario son Andalucía, Valencia y Madrid, pero por razones de mayor población, no por otra cosa; además, estas regiones son, por el mismo orden, las que cuentan con mayor número de «profesionales». En esta comunidad autónoma que nos ha tocado en gracia se estima que practican la prostitución 4.029 personas en los clubes de alterne y apenas 275 en la calle. Como el asunto es peliagudo, nadie quiere dar oficialidad a las cifras, pero se cree que en España existen a día de hoy unas 300.000 personas ejerciendo esta labor que, de una manera cursi y eufemística, suele denominarse «el oficio más antiguo del mundo». Aunque la prostitución masculina crece día a día, la gran mayoría de estas personas son mujeres (casi el 90% de ellas, extranjeras) que trabajan en locales de alterne, pocas lo hacen ya en la calle. Pero, lo que no hay manera de contabilizar es el número de personas que ejercen en pisos o que se desplazan a hoteles y domicilios particulares por cuenta propia y sin la intervención de proxenetas. La prostitución es, a nivel mundial, el segundo negocio más lucrativo, después del tráfico de armas y por delante del tráfico de drogas. Curiosamente, en España no es una actividad ilegal, lo que sí es ilegal es el proxenetismo; pero ningún gobierno se preocupa de perseguir en serio a los proxenetas y a las mafias que controlan este negocio y obligan a miles de mujeres a prostituirse en contra de su voluntad, ni mucho menos se preocupan nuestros gobernantes de que las personas que ejercen voluntariamente esta actividad tengan derechos laborales y sanitarios, y tributen por ello. ¿Por qué no se reconoce una actividad que es legal y que jamás desaparecería aunque se declarase fuera de la ley y se persiguiese? Lo que no hay que permitir ni legalizar es el proxenetismo. Por otra parte, a quienes estén a punto de lanzar la primera piedra les invito a reflexionar sobre cuánto hay de prostitución en el hecho de casarse por dinero; y de proxenetismo en eso de recomendar a una hija que eche los tejos a Fulanito porque es un buen partido.