| Reportaje | La historia de una tradición |
Campanas con club de fans
Los villafranquinos no recuerdan exactamente desde cuándo se voltean las campanas a mano, que hoy son todo un símbolo de las fiestas del Cristo
El tradicional repique de campanas ha sido una constante en el programa festivo del Cristo. Pero este acto ha pasado de ser la banda sonora de la salida en procesión del patrón de Villafranca y gigantes y cabezudos a convertirse en una cita con entidad propia. Niños, jóvenes, mayores, hombres y mujeres suben los días de la novena y las fiestas al campanario de San Nicolás para hacer repicar las campanas, mientras que los alrededores son un hervidero de gente, orgullosa de ver como Villafranca se convierte en uno de los pocos lugares donde se voltean a mano campanas de tal envergadura, alguna rondando los 200 kilos y con más de un siglo de antigüedad -1847, 1908 y 1926-, dedicadas a San Nicolás, San Francisco y San José. Al preguntar desde cuándo se voltean las campanas, la respuesta es la misma: «Que yo recuerde... desde siempre». Y los encargados han sido seminaristas y alumnos del colegio de los Paúles y los vecinos. Pero esta tradición no estuvo exenta de altibajos. En 1954 el obispo de Astorga prohibió solemnizar las fiestas si se bailaba en la calle y las campanas no fueron volteadas. En la década de los ochenta, durante unos años, tampoco se voltearon, ya que fueron electrificadas y, aunque las campanas llamaban a la novena y a las misas del Cristo, no era lo mismo y no tardó en llegar la reivindicación. Tal y como recuerdan los lugareños, en 1991 una comparsa de carnaval escenificaría el tradicional volteo, una escena que también protagonizaría el programa de las fiestas patronales de aquel año. Posteriormente se les colocó un mecanismo de bisagras para poder voltearlas y, una vez terminados los festejos, inmovilizarlas para volver al sistema eléctrico el resto del año. Pero, este volver a la tradición estuvo a punto de truncarse en 1999 tras el enfrentamiento entre los Padres Paúles y la empresa arrendataria de una parte del convento. Finalmente se pudo solucionar y, desde entonces, las campanas se voltean durante la novena y las fiestas y, año tras año, su repicar congrega a más adeptos, tanto en el campanario como en la calle, donde los volteadores ven recompensado su esfuerzo con sonoras salvas de aplausos.