SILLA BAJA
Cazados
IMPRESIONA EL número de conductores a quienes la Dirección General de Tráfico incluye entre los «de riesgo» y que en un solo año han sido apartados temporalmente de la circulación. Si tuviéramos todos la sana costumbre de ojear, aunque solo fuera de pasada y de forma selectiva, el proyecto de los presupuestos generales del Estado, la más importante de cuantas leyes puedan afectarnos, nos enteraríamos de que la DGT espera, en base a los resultados ya conseguidos, incrementar un 15,5% la recaudación por multas para el próximo ejercicio y la retirada del carnet a 250.000 conductores. Es otro de los frutos esperados del carnet por puntos y la reforma del Código Penal que entró en vigor el pasado mes de diciembre, cuyo art. 379 castiga con penas de entre tres y seis meses de cárcel a los conductores que sobrepasen el límite de velocidad máxima en sesenta kilómetros por hora en las vías urbanas, ochenta en las interurbanas. El consumo de alcohol, por otra parte, conlleva penas que pueden ser de prisión y pérdida del carnet de conducir, después de un juicio rápido y una sentencia inmediata. Con estas cosas no se puede frivolizar, como han hecho personas, otrora responsables, que deberían ser y comportarse como un espejo público, pero sí conviene recordar que, como en las cárceles, no son todos los que están ni están todos los que son; también aquí interviene el factor suerte y se supone que algunos de esos conductores cazados tendrán el asunto «sub iudice», lo que mantiene viva su presunción de inocencia. En todo caso deberíamos los conductores ser un poco más humildes al volante, en vez de prepotentes frente a los más débiles, peatones y ciclistas, pues bastante tenemos con el ruido y la otra contaminación que además de otros riesgos mayores dejamos a nuestro paso, aunque como bien reza el manifiesto de la comuna antinacionalista zamorana, lo peor de los automóviles no es la peste que van produciendo, sino el rostro serio del conductor seguro de que va a alguna parte. Es mérito del Gobierno la reducción, significativa aunque provisional, del número de accidentes mortales en las carreteras, pero tiene más importancia la aceptación social de esas medidas, por mucho que puedan doler cuando nos tocan, pues ahí reside precisamente el meollo de la eficacia de la ley, en lograr la complicidad de los destinatarios. Por eso las medidas coercitivas deben ir siempre acompañadas de medidas de formación y educación de la ciudadanía.