EL RESPLANDOR
El experimento
PARECÍA QUE era una broma de la Dirección Provincial de Educación, para fastidiar a los docentes estresados, desmotivados y que aguardan con impaciencia el día de su jubilación. Puesto que te quejas de que no puedes con tus quince alumnos, ahora te endoso treinta. ¿No quieres caldo?, pues dos tazas. Pero no; no es ninguna broma. Es un experimento. Y la Consejería de Educación de la Junta debió escoger a propósito la provincia de León para desarrollarlo. ¿Dónde mejor, si no? En Valladolid conocen perfectamente la indolencia de los leoneses (los bercianos somos un poco más alborotadores, pero nada más). ¿Qué se va a esperar de una región histórica que, a comienzos del proceso autonómico que vivió España tras la dictadura, prefirió autoanularse y hacerse el haraquiri? Porque, en el fondo, todo parece indicar que lo que pretende la Consejería de Educación de la Junta es introducir, primero en León y posteriormente en Castilla, el sistema educativo made in Esperanza, que tan buenos resultados (o beneficios) está dando en la Comunidad de Madrid a la enseñanza privada. Algo parecido a lo que viene ocurriendo también en la Sanidad Pública. Por eso el Partido Popular es la única agrupación política de la provincia que defiende a capa y espada a la directora provincial, que sólo es el brazo ejecutor de esta «reconversión educativa». A día de hoy, ya sólo son Fabero y Cacabelos los centros «rebeldes», tal y como los ha calificado uno de los inspectores que ha venido a parlamentar y a pedir la rendición. Y, tal y como se están desarrollando los hechos, lo lógico es que, salvo que concurran circunstancias imprevistas, imprevistas por la consejería, naturalmente, el combate lo acabe ganando a los puntos -permítaseme el símil pugilístico- la parte administrativa. El frente integrado por profesores, alumnos y progenitores parece, a primera vista, muy belicoso; pero en la Consejería de Educación saben que cada grupo va a su bola: salvo una minoría que tira del carro, a buena parte de los docentes sólo les preocupa defender su trabajo y las condiciones del mismo; la mayor parte de los alumnos, lo que busca es un pretexto para no asistir a clase y pasarlo bomba; y las madres y los padres, que son los únicos que sólo se movilizan con el ánimo de lograr una enseñanza pública que sea digna y de calidad, no consiguen, a pesar de sus esfuerzos, la complicidad de la ciudadanía ni el favor de la opinión pública, verdaderas armas de destrucción masiva en este tipo de guerras reivindicativas.