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León

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TERMINA EL año del Centenario de Ponferrada. La celebración de un siglo clave donde la villa agrícola, histórica y ferroviaria pasó a ser una urbe moderna con cerca de setenta mil habitantes bien desplegados en barriadas relucientes, en un casco viejo renacido, en sus ensanches remodelados con fuentes y rotondas. También los barrios más periféricos han mejorado mucho. Termina un año en el que el Ayuntamiento ha liderado una efemérides que a todos nos emociona.

Ahora que este siglo se va, recuerdo a los ponferradinos más sencillos, que son la inmensa mayoría, como es lógico. Tantas personas de las que no me olvido nunca. Y por ese camino llego también a un grupo pequeño de gentes marginales, remotas ya, que tanta felicidad me dieron. Desde su posición menor y brava. Loca también; o acaso no. Recuerdo a un hombre grotesco que hace cuarenta años iba disfrazado de legionario por la Puebla, con su gran bandera de España. Pienso en Dominguín, aquel hombre bajito y suburbial que se ganaba la vida tocando la guitarra por las calles. Con su desparpajo inconcebible y un atril donde colocaba las letras de las canciones. Puro surrealismo de antracita.

También evoco a un hombre muy extraño y gracioso a su pesar: Goñi. Un minero malherido de Matarrosa que derivó en loco de misas y que interrumpía las celebraciones de la iglesia de San Pedro con sus estrepitosas objeciones de chiflado fervoroso. y que cuando fue expulsado del templo se dedicó a ordenar el tráfico de por libre, provocando más de un accidente, poniendo multas bufas que gentes forasteras llegaron a pagar.

Y tantos otros. Y todos nosotros, todos los que vivimos en una Ponferrada que quería ser ciudad y aún no lo era. Honda melancolía de calles y escenarios, de personas que quisimos, que nos amaron. Resumen final del año y del siglo, esperanza de una ciudad nueva, que solo podrá serlo, plenamente, si se abre cada día más a la cultura, a la profundización del milagro de vivir, a la intensidad que solo el arte procura. A un vuelo que no ha sido tan fácil en Ponferrada, urbe práctica y fronteriza. Ojalá el siglo nuevo sea más aéreo, más de la palabra y la alegría, menos de la especulación y de la pequeñez de miras.

Esos héroes de los que hablo, esos y tantos otros, aunque perdidos y nunca hallados en el reino de la fortuna y la esperanza, también nos acompañarán. Memoria humilde de una ciudad donde caben todos. Porque Ponferrada siempre supo acoger a todo el mundo. Es su más hermoso e inagotable mérito.

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