Diario de León

OPINIÓN | WENCESLAO ORALLO

Confusiones y sorpresas

Publicado por
WENCESLAO ORALLO
León

Creado:

Actualizado:

ASISTE el lector de estos días a la constatación de la siempre aplazada democracia real en sus versiones colectivas como individuales; le parece que quien ha escrito nuestra partitura nacional para sintonizar con la música de las cercanas y avanzadas, se debe fundamentalmente al rebufo producido por estas; esa inercia a mínimos formales a los que nuestro país ha sido impelido, cuando se analiza el desarrollo cualitativo de tales mínimis se observa sin embargo que las antiguas marcas de ¡vivan las cadenas!, ¡que inventen ellos!, ¡Spain is different! y otras parecidas, estas aparecen de facto, si bien con renovado lenguaje.

La evolución y el avance social, como principios sociales de oportunidad y coherencia exigidos por la soberanía ciudadana, no parecen asumidos en firme por el estado, en cuanto obligaciones éticas a las que está obligado. A la vista de lo cual, arcaicas instituciones que parecían debilitadas renacen con vigor, preñadas de principios medievales, las cuales, ante la renuncia del Estado a la inercia que proporciona un mundo suficientemente ilustrado, emprenden sin temor su habitual camino de agresión, involución y confusión.

El irresolutivo Estado, mientras ese viejo fenómeno se reproduce, parece ensimismado en la bondad y la paciencia legislativa, como a la espera de un milagro que contenga aquellas fuerzas, confiado a principios similares a los de la fe, aunque de peores resultados.

El educado ciudadano asiste confuso a un espectáculo donde, en un plano de igualdad y de verdad pública, se consiente con naturalidad la coexistencia de viejos conceptos antagónicos tales como, instrucción pública y educación moral, avance científico y superstición, vida digna y homicidio, sanidad y dogma religioso, dignidad de los muertos y cunetas con fusilados, pero también recientes, igualdad de género y código civil matriarcal, dinero público y gestión privada del mismo, situación concursal y derroche en el gasto público, explotación de escasos recursos energéticos y pago al mundo por utilizarlos, estado central y voracidad nacionalista, ilusión del crecimiento y endemismo estructural del desempleo, etc. etc.

En lo cotidiano, esta confusión le resulta curiosa cuando observa que quienes son declarados responsables o culpables por los jueces, en vez de atemorizarse, se envalentonan o devienen en héroes televisivos; quienes denuncian impunidad institucional son vilipendiados; quienes, con honestidad, anuncian dificultades, ridiculizados; asiste pues, avergonzado, a un mundo al revés, aquél del lobo bueno y del pirata honrado, solo que no es el cuento del había una vez sino lo que hay.

Toda esta percepción, ni casual ni extraña, se justifica en la pusilánime restricción de valores políticos cualificados, conducta auspiciada además desde una parte importante de la izquierda.

¿Qué queda de la valentía que caracterizaba, comprendía y alineaba sus comportamientos con la común mayoría?, ¿qué de la reserva intelectual de esa izquierda de la que, erga omnes, se hacía gala?, ¿qué de la promesa de convencer e ilusionar hacia un cambio social que no iba a conocer ni la madre que lo parió?¿Se habrá perdido la tal, inmersa en la codicia patrimonial, ante el temor a una selección natural que acabe premiando a los más capacitados? Una forma desideologizada o egoísta del pensar y del actuar, si bien es repudiable a cualquier política, es intolerable para la defensa de valores de titularidad progresista; el ciudadano común, a pesar de ser modelado por comportamientos culturales de medias verdades y por quienes las encubren y fijan, conserva aún suficiente memoria, la que le obliga a ser coherente.

Lo ha sido en Galicia, donde algunos de los repudiados, minusvalorando el instinto ciudadano e instalándose en la pataleta, se resisten a comprender lo sucedido.

Si la izquierda, en la que se incluyen algunos sindicatos, piensa que el silencioso trabajador se va a conformar con ser un simple espectador, creyendo que la protección social -”es tan sólo un ejemplo-” es una dádiva progresista que inhibe la reivindicación y frena la acción, es probable que se equivoque una vez más.

tracking