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León

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El Resplandor | fermín lópez costero

El lunes, la Fundación de Cajas de Ahorros hizo público un informe de corte neoconservador o ultraliberal, en el cual los prebostes que controlan esta institución proponen un incremento de los tipos de IVA, una rebaja sustancial de las cotizaciones sociales de las empresas y un aumento de la edad de jubilación hasta los 70 años. De no llevarse a cabo estas reformas, nuestro sistema de pensiones -”aseguran-” podría padecer «serios problemas de sostenibilidad», es decir, que se iría al carajo, que es lo que los banqueros ansían desde hace tiempo, para que sólo se haga un plan de jubilación privado quien pueda pagárselo. En esta misma línea, la CEOE acaba de proponer un letal «contrato del siglo XXI»; y, mientras, otros continúan trabajando con ahínco en la paulatina privatización de la enseñanza y la sanidad.

Imagínense que nuestro Gobierno aceptase estas amables sugerencias de Funcas y de la CEOE y que aquella famosa directiva de la UE, la de las 65 horas semanales, no hubiera sido rechazada. Tendríamos un panorama laboral idílico, cualquier trabajador disfrutaría de jornadas de más de diez horas, durante seis días a la semana; y así hasta los 70 años. «Arbeit macht frei» o, lo que es lo mismo, «El trabajo os hará libres», que es la frase con la que se recibía a los prisioneros del campo de exterminio de Auschwitz.

Pero, volviendo a las propuestas de los dirigentes de las cajas de ahorros, a mí me llama la atención que quienes han prejubilado con 50 años a miles de empleados de banca, pretendan ahora tener a ancianos colgados de andamios, arrastrados por el campo, picando mineral, fregando escaleras, operando enfermos, etcétera. Argumentan que ahora la esperanza de vida es de 82 años y que el periodo de «vida media pensionable» ha aumentado más de 9. Por tanto, prolongar la vida laboral hasta los 70 «no parece incompatible con las condiciones actuales de salud», dicen. Pues nada, mejor establecer la jubilación a los 80. Así se ahorrarían las pensiones de los que muriesen por el camino, y el Estado recaudaría mucha pasta que luego, en futuras crisis, podría dedicar al saneamiento de las entidades bancarias.

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